El club de las Eminencias

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Neville entró al tren tras despedirse de su abuela sintiendo que su corazón dentro de su pecho latía ruidosamente. Tenía a Trevor en sus manos sino se las hubiera llevado hacia su pecho en un intento de calmarlo. Sus ojos vagaban por el pasillo, al igual que lo habían hecho en la estación, buscando a su prometida. ¡Oh, Merlín! No podía creerlo aún. Se habían estado escribiendo la última semana con cierta regularidad, siempre hablando de temas simples y poco peligrosos pero aún retumbaba en su mente una de las preguntas que ella le había hecho "¿Prefieres que lo nuestro sea un secreto?" Lo de ellos. Eso sonaba tan magnánimo y realmente lo era. Le había respondido que no le importaba que sus compañeros de colegio se enterasen pero sabía que no había sido sincero. Claro que le importaba. Él no le había dicho a nadie más que a su tío abuelo, y sólo porque su abuela insistió que le contase "las buenas nuevas", como ella lo había llamado. Estaba un poco avergonzado por tener que pasar por esa situación y estaba aún más asustado de la reacción de los Slytherins. ¿Cómo reaccionarían cuando supieran que una de los suyos estaba por casarse con él? ¿Se burlarían? ¿Lo hechizarían? ¿Serían aún más el hazmerreír de todos?

— ¡Hola, Neville!

El muchacho giró sobre sus pies y vio a su amiga Luna parada en el pasillo, con una revista de El Quisquilloso en sus manos.

— ¡Hola, Luna! ¿Has tenido un buen verano?

—Sí. Mi padre y yo hemos estado muy ocupados con El Quisquilloso. Hemos vendido más números que nunca.

Neville estaba seguro que eso tenía que ver con la entrevista a Harry que se había publicado en esa revista el curso anterior. Todo el mundo había querido saber qué era lo que tenía para decir el famoso Elegido.

No pasó mucho antes de que se encontraran con este chico, quien miraba a su alrededor con cierta incomodidad. Neville se dio cuenta que todos los miraban con curiosidad y que el motivo era porque andaban al lado de Harry. Incómodos buscaron hasta que encontraron un compartimiento vacío. Entraron y cerraron la puerta, sintiéndose aliviados de estar finalmente lejos de todos esos ojos que los seguían como si fueran algún tipo de espectáculo.

Comenzaron a hablar sobre lo que ahora sucedía y el tema viajó hasta su pequeña aventura en el Ministerio. Neville le contó lo orgullosa que estaba su abuela e incluso le mostró su varita nueva hasta que Trevor escapó de sus manos y se vio obligado a ir detrás de él, dándole la espalda a sus amigos y tirándose en el suelo para buscarlo debajo del asiento.

— ¿Seguiremos celebrando las reuniones del ED este año?—oyó desde su posición que hablaba Luna.

—No tendría mucho sentido ya que nos libramos de la profesora Umbridge ¿no?

Neville intentó salir de prisa de allí al oír eso y terminó dándose un fuerte golpe contra la parte inferior del asiento.

—A mí me gustaban mucho las reuniones del ED—confesó Neville mientras miraba a Harry—. Aprendí mucho contigo.

—A mí también me gustaban mucho, era lo más parecido a tener amigos—dijo Luna.

Tanto él como Harry se quedaron viendo con incomodidad a la chica. Ella era una buena persona, aunque un tanto extraña, y muchas veces decía esa clase de comentarios que hacían sentir incómodos a los demás.

Neville se quedó sin saber qué decirle pero Harry estuvo a punto de responderle. Sin embargo, un alboroto fuera lo interrumpió.

— ¡Pídeselo tú!

— ¡No, tú!

— ¡Se lo pido yo!

Y una niña con grandes ojos oscuros, de barbilla puntiaguda y largo cabello negro, abrió la puerta y entró sin miramientos. Neville volvió a buscar a su sapo mientras oía lo que ésta decía.

Flores del malWhere stories live. Discover now