La flor de Saturno

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Theo podía sentir que Draco estaba tan exasperado como él y no podía culparlo. Hacía más de una hora y media Narcissa Malfoy había subido las escaleras de la mansión Nott para dirigirse a la habitación de Alessia a ayudarla a prepararse para la cena de esa noche que tendría con su "prometido"... Cada vez que oía esa palabra, incluso dentro de sus propios pensamientos, no podía evitar sentirse enfermo. Su hermana era aún muy joven como para tener que estar condenada a hacer aquello, incluso si se trataba de salvar el trasero de ambos. ¿Y si algo salía mal? ¿Y si la descubría? O peor... ¿Y si el Innombrable no ganaba esa guerra? Estarían completamente condenados.

Oyó que Draco lanzaba un bufido y giró para verlo. Estaba pálido, más serio de lo normal y aún más malhumorado que usualmente. Tampoco podía culparlo por eso. Lo que su amigo estaba teniendo que vivir esas vacaciones no se lo deseaba a nadie, ni siquiera a algún enemigo. Draco, al igual que Lessi, había estado condenado a hacer lo que se le ordenaba sin tener alguna posibilidad de negarse. ¿Por qué su vida debía de ser así? Theo estaba seguro que muchos mestizos e hijos de muggles pensaban que ellos eran unos malditos engreídos que no pensaban en nadie más que en sí mismos pero, ¿alguno se puso a considerar la posibilidad que no podían actuar de otra forma? Estaban obligados por sus padres, por su mundo, por la misma sociedad que los condenaba por lo que eran: Sangre Puras y, además, Slytherins. Era como si ser estas dos cosas los obligaba a ser unos malditos egocéntricos. Pero, ¿cómo no serlo cuando constantemente debían de mirar por encima de sus espaldas, cuidando sus propios traseros?

Cuando oyó el sonido de un par de tacones bajando las escaleras, alzó rápidamente la cabeza pero sólo se trataba de Narcissa Malfoy. Ella les lanzó una mirada seria a ambos.

—Cuiden sus palabras—les advirtió—. Esto no será fácil para ella.

Draco se removió con incomodidad en su asiento pero terminó asintiendo. Theo sólo pudo quedarse de piedra al imaginar lo que su hermana estaría sintiendo. Los nervios sólo serían una parte. ¿Estaría asustada? ¿Sentiría que el mundo confabulaba contra ella? ¿Estaría pensando en huir?

—Baja, querida—ordenó Narcissa.

Tanto Draco como él alzaron la vista hacia la cima de las escaleras para ver allí de pie a Lessi. Mientras ella comenzaba a bajar ninguno de los dos adolescentes era capaz de quitarle la mirada de encima, ambos sumamente sorprendidos por el trabajo que había realizado la madre del rubio. Usualmente Alessia Nott vestía con faldas cómodas y blusas simples pero femeninas; sin embargo, en aquella ocasión, usaba un vestido azul oscuro que se ajustaba a su figura con delicadeza y que terminaba en una falda caída justo a la altura de sus rodillas. La piel bronceada de sus piernas y sus brazos resaltaban logrando que incluso Draco, quien siempre la había visto nada más que como una amiga, sintiera deseos de deslizar sus dedos por ella. Pero esos deseos rápidamente quedaron relegados de su mente cuando sintió el golpe que Theo le dio en su cabeza para que dejara de comer con los ojos a su hermana.

El rubio le lanzó una mirada mortal al chico antes de volverse hacia la chica.

—Te ves casi decente—le aseguró.

— ¡Draco!—lo reprendió de inmediato su madre.

—No tiene importancia, señora Malfoy—aseguró Lessi—, verme "casi decente" no es malo; es incluso mucho más de lo que puedo decir de su hijo.

La mujer mayor sólo negó con la cabeza resignadamente, pensando que si ella se hubiese llegado a comportar de ese modo en su juventud, su madre la habría hechizado. Pero ahora los tiempos habían cambiando y momentos oscuros se avecinaban, no podía reprenderlos por hacer bromas como aquellas en un intento de aligerar el ambiente.

Flores del malWhere stories live. Discover now