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30. Arcoiris

La cena con los Carson fue tan agradable como siempre, tanto su madre como su padre me hacían sentir querida y cómoda. Sinceramente no sabía que había hecho o qué les había dicho Oliver para que me aceptasen, pero estaba agradecida de que así sea.

—¿Estás segura? —preguntó Oliver de repente.

Suspiré, tras haber terminado de cenar habíamos subido a su habitación. No me sentía extraña allí, ya que, hasta pasé la noche en ese dormitorio. Pero en ese momento los nervios me recorrieron por todo el cuerpo.

Tras una larga charla con él, preguntas e inseguridades. Habíamos decidido arriesgarnos, o bueno, él me convenció a que lo haga.

Le hablaría a la señora Claudia Scott. Estaba la posibilidad de que sea mi tía o de que creyera que yo estaba loca y que, bueno, me bloquease. Así que, tras media hora de pensar y analizar de qué decir, tomé aire y apreté enviar con mis dedos sudorosos.

—Ya... está... hecho —aseguré nerviosa.

Oliver me sonrió orgulloso y me abrazó unos instantes.

—Todo saldrá bien —dijo tranquilo, mientras se ponía de pie y rebuscaba algo en su cajón de la mesita de noche. Al verlo, sacaba una tableta de chicles y chocolates—. ¿Quieres?

Asentí, tomando el chocolate. Tenía prohibido comer chicle debido a mis brackets, extrañaba masticar sin parar.

—Amber... ¿te interesaría hablar sobre mi enfermedad o ...?

—Sí, si no te molesta, claro —afirmé, ya había pasado casi dos meses desde que lo estaba esperando y que, ahora preguntara. No iba a desperdiciar dicha oportunidad.

Oliver sonrió un poco, para luego sentarse junto a mí, en su cama.

—Vale, como habrás escuchado... tengo Temia —suspiró, y noté que le costaba decir aquellas las palabras, así que, valoré su esfuerzo y lo tomé de la mano—. Es una enfermedad que, puede tener cura si se trata correctamente. La primera vez que la tuve era pequeño, tenía unos nueve años. Y pasé por todos los procesos, hice todo al pie de la letra. Perdí mi cabello, me sentía fatal, dejé de ir a clases... fue una etapa muy dolorosa —una pequeña lágrima se derramó por su mejilla—. Y creí que, no volvería. A los once se fue, y a los dieciséis volvió. Por eso... a veces actúo como si no fuese gran cosa, y otras veces siento que, el Temia es lo único que hay en mi vida. Pero no es así, ahora lo sé.

Asentí, acariciándole su mano. Si hubiera sabido antes que estaba luchando contra el Temia desde tan pequeño, hubiera hecho algo. Hubiera intentado...

—Sé que mejoraré, pero pasar por todo esto de nuevo es una mierda —aseguró—. Es por eso que no quería arrastrarte conmigo, no así. Pero al parecer no tengo opción.

Sentí la vista nublada y, al cerrar los ojos varias lágrimas se derramaron por mis mejillas. No era algo fácil de digerir, no podía imaginarme como sería para él.

—Tienes... todo mi apoyo en esto —dije, secando mis lágrimas—. Y siempre estaré para ti, así sea que deba esperar afuera porque no quieres que entre contigo. Eres muy importante para mí y no quiero que nada malo te pase.

—No lo hará —tomó una de mis manos y la besó con delicadeza—, Me alegra haberte encontrado, Amber. Eres todo lo que aspiraba a tener y más —sonrió.

Inevitablemente volví a abrazarlo, sus palabras eran... como un día lluvioso, pero uno en que ni bien acababa la tormenta, disfrutabas de ver el arcoíris en su máximo esplendor. Sí... mis comparaciones no eran muy buenas o exactas, pero él era alguien que a pesar de estar en la oscuridad, lograba ver la luz. Él, lograba ver ese arcoíris por el simple hecho de serlo. Él era aquella luz donde encontrabas belleza.

—Me gustan tus abrazos —murmuró Oliver, abrazándome con fuerza.

—A mí también —aseguré.

Estuvimos un largo rato así, abrazados. Brindándonos apoyo mutuo, hasta que mi móvil vibró. Y al leer la pantalla, era un mensaje de la tal Claudia Scott.

Al leer, mis manos comenzaron a temblar.

«¿Eres hija de Clara McClaren? Porque sí es así, hay cosas que deberé hablar contigo, tu hermana y tu madre»

—Oh por dios, ¿qué he hecho? —balbuceé.

Oliver me observó confundido, mientras leía mi móvil. Me levanté de la cama y le arrojé mi móvil, para luego comenzar a caminar en círculos.

—Ya deja de morderte las uñas —ordenó Oliver e inmediatamente alejé mis dedos de mi boca—. No te pongas así, dijo que deberían hablar. Eso es bueno, ¿no?

Suspiré, refregándome la cara con mis manos.

¿Cómo iba a decirle a mi madre que había contactado con una señora de la cual no sabía absolutamente nada, pero ella sabía el nombre de mi madre y que tenía una hermana?

¡Iba a matarme!

«No cabe duda»

—Es por tu madre, ¿no? —asentí, nerviosa—. Vale, a lo mejor ya sabe quién es y... no lo sé, no es para tanto.

—¡¿No es para tanto?! —exclamé—. ¡Hablé con una extraña! ¡Y quiere que hablemos! ¡Va a matarme!

Oliver me observó perplejo, y lo entendía. Había gritado mucho, pero es que, los nervios me estaban matando.

—Amber, sé que pedir que te calmes, probablemente no te ayude. Pero estar así, tampoco —dijo tranquilo, poniéndose de pie, para luego acercarse y posicionar sus manos en mis hombros—. Debes tomar esto con calma, así que respira —pidió, pero no le hice caso—. Respira exigió.

Inhale profundo y luego solté el aire, recordando los ejercicios de respiración que me había enseñado Gabriela.

—¿Mejor? —asentí lentamente—. Genial, porque dice que pronto estará en la ciudad e irá a visitarte.

 Genial, porque dice que pronto estará en la ciudad e irá a visitarte

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Edición limitada [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora