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18. Crisis existenciales

Me quité los tenis y dejé mi chaqueta en el perchero. Tener a Oliver en casa, me ponía nerviosa y, no era porque era un chico, si no porque sentía que si mi madre lo veía. Iba a pensar que no era un simple amigo.

—Oye —me llamó Oliver, logrando que me asuste—. Escuché que estas creando una campaña.

Fruncí el ceño.

¿Por qué sabe sobre la campaña?

—No sé de que hablas —mentí.

—Me parece buena idea —comentó—. También podrías abarcar el bullying.

Suspiré.

—¿Ya puedes irte? —mascullé.

El tema «bullying» me ponía los pelos de punta. Por alguna razón, me incomodaba hablar sobre ello. Había pasado por insultos y empujones, pero nunca creí que eso era acoso. Hasta que Gabriela —la consejera estudiantil—, me dijo que el comportamiento de Chuck estaba siendo muy abusivo de su parte. Y que, debía hacer algo al respecto.

Durante todo el año pasado, aguanté su comportamiento asqueroso. Pero este año, había decidido hacerle frente. Y aunque, me gustaría decir que logré algo o aunque al menos dejó de molestarme, no lo siento tan así.

—¿Estás bien? —preguntó Oliver, mientras me observaba con confusión.

Ladeé la cabeza, tratando de volver a la realidad.

—Sí, sí.

—¿Te pone mal hablar de bullying porque recuerdas el año pasado, cierto?

Tragué en seco. Por alguna razón inexplicable, sentía ganas de llorar. Comenzó a faltarme el aire y mi cuerpo me estaba fallando. Sentía que en cualquier momento iba a caerme.

Alex encima de mí, los empujones de Chuck. Las risas, las miradas. Los comentarios sobre mi cuerpo y forma de vestir. Inconscientemente, había creado un miedo al afrontar a aquellos que me hacían sentir inferior.

Me hacía mal.

Y sentía que estaba por desplomarme.

—Amber, estás pálida —dijo, acercándose a mí.

Pero por instinto retrocedí. Era como sí... cómo sí tuviera miedo de que se acerquen.

—Siéntate —ordenó, apuntando a mi sofá.

Asentí y tomé asiento sin pensarlo,tratando de volver a tener una respiración normal.

Oliver desapareció de mi vista y volvió con una botella de agua y una barra de chocolate.

Negué con la cabeza.

—Es de mi hermana, no puedo comerlo —murmuré.

—Me importa una mierda, si se molesta. Mañana le traigo una caja entera —dijo, tendiéndome la botella y el chocolate.

Edición limitada [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora