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De un instante a otro, me encontraba viendo y escuchando charlar a Calvin y a Chuck de una manera demasiado animada

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De un instante a otro, me encontraba viendo y escuchando charlar a Calvin y a Chuck de una manera demasiado animada. Hacían chistes, se reían y codeaban. Por un momento creí que era el coqueteo básico que Penny una vez me enseñó.

Pero Chuck y Calvin no podía ser cierto. ¿O sí?

Me encontraba de pie, en silencio. Incómoda de la situación, cada quien hacía lo suyo. Quería irme, pero no encontraba el momento justo de interrumpir la conversación y avisarle a Calvin sobre mi partida.

Hasta que, la campana sonó e interrumpió el almuerzo de cada estudiante.

Calvin se despidió de Chuck, para luego acercarse hacia mí y posicionar su brazo sobre mis hombros. Tal como los viejos tiempos.

Me sonrió y nos dirigimos a la próxima clase; matemáticas. Al parecer estaríamos juntos en varias clases.

Al adentrarme al aula me dirigí a mi asiento habitual, enfrente junto a la ventana.

—Silencio, por favor —pidió la profesora ni bien entró al aula—. Tenemos un nuevo alumno, bueno, ni tan nuevo. Calvin Bourdeu, bienvenido.

Algunos ya conocían a Calvin, otros no. Así que, para la mayoría era un chico nuevo y guapo. Podía sentir las miradas de interés sobre él.

—Además, durante el próximo mes. Tendremos a Matthew Lee como alumno, ya que se atrasó con su clase. Así que, estará aquí para poder incorporarse. Espero que lo ayuden y sean amables —dijo firme—. Lee, entre por favor.

Y de un segundo a otro, mi corazón comenzó a palpitar rápidamente. Matthew, entró al aula. Su expresión era seria y se aferraba a la mochila que colgaba de su hombro. Sin siquiera mirarme, o mirar a alguien. Pasó por todas las mesas y se sentó en el fondo.

—Estás roja como un tomate —me susurró Calvin al oído.

Rayos.

Comencé a hiperventilar y me quité mi chaqueta. Tantos nervios me generaban calor.

Durante toda la clase sentí una mirada fija detrás de mí, pero no me atreví a voltear. Calvin por otra parte, apoyó su cabeza sobre mi hombro y se quedó dormido la última hora restante. Pero lo que más me sorprendió, fue el silencio de Chuck. No me interrumpió en toda la clase. Realmente, eso era un privilegio.

El día iba marchando relativamente bien. Por un momento, había olvidado que debía presentarme a las prácticas de atletismo y como era de esperarse, mi madre no firmó mi admisión.

¿Y ahora qué?

«Pues nada, te jodes»

—Scott, Lee, Jensen y Mendes —llamó la profesora—. Necesito hablar con ustedes —informó.

La campana sonó y el resto de estudiantes se fue con prisa.

Guardé mis cuadernos en mi bolso y me acerqué a su escritorio. Para luego tener a una chica de cabello morado, a un chico del equipo de fútbol y a Matthew a mi lado.

Edición limitada [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora