(07)

9.5K 1.1K 507
                                    

Suspiré, dejando los nervios atrás

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Suspiré, dejando los nervios atrás.

—Hola...—saludé sentándome junto a él.

Matt se quitó los audífonos y me sonrió un poco.

—Hola —saludó, besando mi mejilla que sin duda se ruborizó.

Estuvimos alrededor de dos horas con sus ejercicios de matemática y algunos de física. Sinceramente no eran muy difíciles, pero era entendible que no todos sean amantes de los números.

Además, yo vengo estudiando matemáticas avanzada desde primer año. Así que, para mí, era pan comido.

Y todo marchaba bien, hasta que, sentí una mano apoyándose sobre mi rodilla, haciendo una ligera presión que me hizo removerme en mi asiento.

Y a pesar de que tenía puesto unos pantalones, su tacto era casi igual.

Lo miré a los ojos, tratando de descifrar que quería o al menos en qué estaba pensando. Pero no me dejó adivinar, ya que sus labios se estamparon contra los míos sin previo aviso.

Al alejarnos, gracias a mí. Observé nuestro alrededor, no había nadie. Literalmente, solo la bibliotecaria que se había dormido hace un rato. Pero aún así, tenia vergüenza.

—Aquí no —susurré de manera que se oyó más como una petición.

—Vale, es que no pude contenerme —dijo mordiéndose el labio.

Aquel gesto me despertó algunas hormonas, se veía demasiado guapo, y realmente lo era. Pero mi mente no podía evitar preguntarme: ¿por qué dijo que si?

—¿Estás bien? —indagó quitando su mano de mi rodilla.

Como si se hubiera dado cuenta de algo.

Carraspeé, nerviosa.

Realmente quería volver a besarlo, quería aprovechar cada oportunidad. Así que solo me acerqué a él unos centímetros, me sonrío y cortó la poca distancia que quedaba juntando nuestros labios nuevamente.

Matt me sentó en la mesa y se colocó dentro de mis piernas. Mis manos posaban en su pecho y las suyas en mi cintura.

Nuestras respiraciones estaban agitadas y nuestros corazones latían con rapidez, al menos el mío si que lo hacía.

Hasta que de pronto una voz nos separó de golpe.

—La biblioteca no es un motel —masculló una chica de cabello negro, que desconozco por completo.

Me separé de Matt vergonzosamente.

—Lo sentimos —dije apartándome de Matt, bajando de la mesa. Él por otro lado, volvió a su asiento.

No notaba incomodidad en él, mucho menos vergüenza. Lo que me hizo creer que estaba acostumbrado a aquella clase de comentarios y, a hacerlo en lugares públicos.

Edición limitada [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora