Pei Ming consejero

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Mientras Mu Qing creaba una nueva red de inseguridades en su cabeza, Feng Xin estaba sentado en el templo del dios de la promiscuidad con un rollo de papiro y una pluma, listo para tomar notas de lo que pareciera útil. El problema era que, por ahora, nada parecía útil.

Pei Ming se había dedicado a hablar de sus antiguas conquistas durante casi 40 minutos, uno no podría memorizar todos los nombres que habían salido de su boca en ese corto período de tiempo, y Feng Xin no veía como podría aplicar los mismos métodos que usaba Pei Ming para conquistar a Mu Qing.

"Gana una guerra para librar a su gente" ¿Cómo podría Feng Xin ganarse a Mu Qing con algo así? Mu Qing odiaba que dejase que su armadura o su toga se manchasen de sangre o incluso tierra. Una vez llegó al Olimpo cubierto de la acción de la guerra, todos le recibieron como a un campeón que solo cultivaba victorias,  excepto Mu Qing. Él le vació un jarrón de agua en la cabeza para luego pedirle que se limpiara antes de alardear.

Si Feng Xin fuese a la guerra con el propósito de conquistar a Mu Qing, estaría yendo en vano.

"Demuéstrale que puedes cuidarle" Mu Qing le asesinaría antes de que pudiese pensar en tratarlo como a una damisela en apuros. Además, el dios de la belleza podía ser tan venenoso que Feng Xin dudaba de que hubiese alguien dispuesto a molestarlo (además de él mismo, claro está).

Y así continuaba la lista. Feng Xin había perdido las esperanzas y ahora se dedicaba a observar fijamente un rincón del templo mientras sus oídos bloqueaban la energética voz de Pei Ming.

Después de unos minutos sintió una mano golpear su espalda.

— Tú realmente no escuchaste nada ¿No es así? — preguntó Pei Ming, quien le había golpeado para sacarlo de su trance de aburrimiento y desolación.

Feng Xin negó de forma honesta.

Pei Ming suspiró, Feng Xin era un caso perdido.

— Comencemos de nuevo. — decidió Pei Ming — ¿Qué es lo que realmente te preocupa?

Feng Xin sintió que su corazón se sacudía nuevamente.

— Creo que tengo sentimientos por Mu Qing desde hace más de lo que otros pensarían pero, en todo este tiempo, esta ha sido la unica ocasión en la cual tal vez tenga una pequeña oportunidad y si a Mu Qing no le parezco suficiente ¿Cuánto más tendría que esperar por otra oportunidad? ¿Habría siquiera otra oportunidad? — explicaba Feng Xin con tal rapidez que Pei Ming dudaba poder seguirle el paso mucho más — Ni siquiera sé si esto es realmente una oportunidad, mierda ¿Que pasa si lo estoy malinterpretando? ¿Si soy muy directo y se aleja? ¿O tal vez quiera que sea directo? ¿Él quiere algo de mí siquiera? Estoy jodido — Feng Xin movía sus manos vehemente mientras sus palabras seguían fluyendo y Pei Ming pudo imaginar cuántas vueltas Feng Xin le había estado dando al asunto para poder explicarlo de tal manera — ¡Estoy apostando un todo o nada! ¡Si esto es una oportunidad, estoy seguro de que será la única! ¡Y si no lo es e intento algo, estoy seguro de que Mu Qing me alejará por eones! ¡Pero si no intento nada y es una oportunidad también lo estaré perdiendo! Él es tan delicado con estos asuntos qué...

El monólogo de Feng Xin se vió interrumpido por la alegre risa de Pei Su, quien había ingresado al templo en silencio y justo a tiempo para escuchar al dios de la arquería tener su crisis del siglo.

Feng Xin sintió su rostro enrojecer.

— ¿¡QUÉ ES TAN GRACIOSO, MOCOSO?! — exigió Feng Xin al ver cómo Pei Su se retorcía en el suelo preso de un ataque de risa.

Una vez que el dios de los animales acabó de reírse y pudo recuperar la respiración, habló.

— ¿Cómo puedes ser tan ciego? — preguntó con una gran sonrisa, a lo que Feng Xin respondió con una expresión de confusión. Él tenía ambos ojos bastante bien. — Mu Qing obviamente te está dando una oportunidad y si Mu Qing, siendo como es, te la está dando es porque debe estar realmente interesado en ti. Lo suficiente para al menos no pensar que eres una completa perdida de tiempo.

Feng Xin reflexionó por un momento en estas palabras, concluyendo en que Pei Su estaba siendo muy positivo. Incluso si Pei Su era uno de los pocos dioses que tenían una buena relación con Mu Qing, ¿Cómo podría ver algo que él no?

Pei Su debió ver la incredulidad en su rostro porque volvió a hablar.

— Si te ha dado una oportunidad sin que hayas hecho nada especial, ¿Por qué tendrías que actuar diferente para ganar su atención?

— Tal vez me dió una oportunidad por lastima. — se lamentó Feng Xin, haciendo que tanto Pei Su como Pei Ming dejaran escapara suspiros resignados.

— Bien, ¿Que tal si te ayudo a planificar tu cita? — ofreció Pei Su, quien no confiaba en Pei Ming como consejero, haciendo énfasis en la última palabra.

Feng Xin asintió de forma entusiasta. Pei Su no podría ser peor que Pei Ming y sus historias de viejas conquistas.

Los tres dioses pusieron sus manos a la obra dando sugerencias de lugares y actividades que pudieran agradar a Mu Qing y no dejar tan mal a Feng Xin (aunque las sugerencias de Pei Ming fueron en su mayoría rechazadas). En el transcurso, Feng Xin se dió cuenta de cuánto sabía sobre Mu Qing, desde sus lugares favoritos hasta sus flores favoritas, los colores que le gustaban, los aromas que amaba, y cada vez que nombraba alguno obtenía una mirada condescendiente de Pei Su.

Al principio Feng Xin no lo entendió, incluso pensó en preguntarle a Pei Su si había algo mal con él.

Luego la realidad lo golpeó con una nueva oleada de felicidad.

¡Pei Su le estaba diciendo que iba a estar bien! ¿Cómo no podría estarlo con esta clase de conocimiento?

Con ánimos regenerados, Feng Xin salió del templo de Pei Ming al anochecer y se dirigió rápidamente al lugar donde tendría su cita con Mu Qing para comenzar los preparativos.

Mu Qing siempre era muy quisquilloso y Feng Xin no permitiría que nada estuviese fuera de lugar.

•°Pretty boys god°• fengqingWhere stories live. Discover now