¡Es el día!

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Dos días pasaron, Feng Xin y Mu Qing no se vieron durante ese tiempo, cada uno preocupado por asuntos que involucraban al otro.

Mu Qing se sinceró consigo mismo después de largas conversaciones con Xie Lian, en las cuales eventualmente intervenía Hua Cheng para amablemente insultarlo, dónde aceptó que tal vez tenía sentimientos por Feng Xin y que tal vez esto no era catastrófico.

Mu Qing decidió que esta cita sería su oportunidad para salir de algunas dudas. No tendría una apariencia ostentosa, si continuaba con eso jamás podría dejar de dudar sobre si le atraía a Feng Xin solo por lucir maravilloso, y eso solo en caso de que si quiera le atrajera al otro dios. Una parte de él estaba terriblemente molesta, incluso si era superficialmente quería atraerle a Feng Xin.

En la mañana siguiente a los dos días de espera, Mu Qing recibió una hermosa tarjeta enviada a él por Feng Xin a través de Yin Yu (quien secretamente estaba tan curioso sobre el asunto como el resto del Olimpo).

La primera impresión de Mu Qing sobre la tarjeta fue que era definitivamente hermosa, con letras doradas y un vocabulario y caligrafía impecables. La segunda impresión fue que Feng Xin era terriblemente tonto por haber buscado a alguien que la escribiese por él solo para que luciese bien; Mu Qing conocía la caligrafía de Feng Xin y su dialecto, por supuesto, no era comparable al de la persona que redactó la tarjeta. Una sonrisa se deslizó por el rostro del dios de la belleza, Feng Xin parecía estar esforzándose y algo en eso estremeció su corazón en un cálido sentimiento de añoranza.

La invitación, además de elegante, era también muy concisa, indicando el lugar de encuentro y la hora. A Mu Qing le pareció adorable como Feng Xin en realidad solo le pidió verse en un extremo del Olimpo, dejando ver que pretendía que llegasen juntos al lugar de la cita.

Mu Qing notó que su tiempo era limitado y puso manos a la obra en su apariencia. Escogiendo una vaporosa y ligera toga blanca hasta las rodillas, brazaletes plateados con grabados se palomas, un pequeño arete en su oreja izquierda que imitaba la forma de un gorrión, un colgante con una pequeña flecha al final (solo para bromear con Feng Xin si el tonto lo notase) y una diadema con flores de alegres colores.

Antes de salir trenzó su cabello descuidadamente y lo dejó caer sobre uno de sus hombros. Dió una última mirada a su reflejo con inseguridad y luego se dirigió al punto de encuentro con Feng Xin.

En el camino intentó no parecer demasiado apresurado pero al final acabó casi corriendo al lugar.

Al llegar, su corazón dió un giro, que Mu Qing clasificaría como peligroso para la salud, por la anticipación al observar frente a él un hermoso carruaje dorado con hermosos pegasos atados en el frente, pegasos que parecían encantados por la atención que estaban recibiendo de Feng Xin, quien les estaba hablando con una gran sonrisa en su rostro.

Mu Qing aclaró su garganta para llamar la atención del otro dios.

Feng Xin, quien le advertía a los animales que debían ser especialmente buenos hoy más que cualquier otro día, giró la cabeza sorprendido por el repentino sonido solo para que su pecho explotase en una gran cantidad de pomposos sentimientos que bailaban alrededor de su cordura, conduciendolo a sentirse como el dios más ligero de pies, con su cabeza llena de nubes de ensoñación.

¡Mu Qing de verdad estaba frente a él! ¡No lo había plantado!

El dios de la belleza le sonrió tímidamente con mejillas sonrojadas por la intensa mirada de Feng Xin y Feng Xin confirmó que la sonrisa de Mu Qing no tenía igual.

Saliendo de su sorpresa inicial, Feng Xin se acercó al otro dios con su corazón corriendo maratones.

— De verdad viniste. — las palabras se deslizaron por sus labios antes de que el dios de la arquería pudiese detenerlas.

Mu Qing parecía sorprendido.

— ¿Por qué no vendría? — preguntó curioso y luego cambió su expresión a una más casual. — ¿O el gran Feng Xin tiene algún trauma con acompañantes que le dejan plantado?

Feng Xin bufó, Mu Qing tenía energías para burlarse de él incluso en momentos como este, increíble.

— Idiota. — respondió Feng Xin, sin embargo, esta vez no había atisbo de su usual tono lleno de furia.

Ambos se observaron por un momento en una especie de extraña indecisión en la cual Mu Qing pudo notar que el otro dios vestía una toga que él mismo le había recomendado en algún momento.

Repentinamente decidido, Feng Xin extendió una mano hacia Mu Qing, ofreciéndola amablemente.

— ¿Nos vamos?

Mu Qing asintió y tomó esta mano, sorprendiendose cuando Feng Xin entrelazó sus dedos y le sonrió dulcemente.

Feng Xin estaba... ¿Coqueteandole o siendo terriblemente amable?

Cualquiera que fuese la respuesta, Mu Qing estaba muy feliz con ello.

Ambos subieron al carruaje y, antes de tomar las riendas, Feng Xin le mostró una delicada cinta a Mu Qing.

— Déjame cubrir tus ojos. — pidió.

Mu Qing sintió que debía alarmarse y a la vez estaba extremadamente tranquilo porque al final, incluso con todas sus discusiones, Feng Xin nunca le había hecho daño deliberadamente.

El dios de la belleza asintió y permitió Feng Xin cubriese sus ojos con la cinta y la atara firmemente en la parte posterior de su cabeza.

Después de eso Mu Qing solo pudo notar cuando se ponían en movimiento y cuando se detenían, tomando firmemente la mano de Feng Xin por miedo a caer del carruaje.

Feng Xin secretamente estaba disfrutando de ello.

Una vez que llegaron al lugar Feng Xin indicó a Mu Qing no quitarse la cinta, en su lugar, lo tomó en sus brazos y lo cargó el resto del camino.

Cuando Feng Xin lo colocó en el suelo, Mu Qing ya tenía una ligera idea de dónde estaban: definitivamente era un bosque. Podía escuchar el tranquilo flujo de los arroyos, el cantar de los pájaros y el sonido de las hojas contra el viento.

— Ya te puedes quitar la cinta. — indicó Feng Xin con una pizca de nerviosismo adornando su voz.

•°Pretty boys god°• fengqingWhere stories live. Discover now