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M A T E O

Han pasado catorce días desde que se fueron y sigo sin acostumbrarme al silencio del apartamento, a no ver al pequeño corriendo de aquí para allá y a su madre observándole con una sonrisa.

Aunque es cierto que intento pasar el menor tiempo ahí, de igual manera la casa se me cae encima.

Las únicas novedades sobre su estado me las dice mi padre, y es que Úrsula habla más con él que conmigo... De hecho ni siquiera se ha puesto en contacto conmigo por más que he insistido.

Seguramente esto sea culpa de Bruno y yo poco puedo hacer, hasta hoy.

Mi viejo me ha dicho que hace unas horas Úrsula se pasó por su casa para dejar a Joel a su cargo ya que al parece tiene turno de tarde y prefiere que esté a su cuidado que del desquiciado de su ex (cosa que veo muy entendible).

La cosa es que después de tanto tiempo me he armado de valor para ir en su busca y saber como está.

Me bajo del coche con los nervios a flor de piel y ando despacio hacia la entrada cuando la voz de un hombre me para en el sitio.

— ¡Eh! ¿A dónde vas?

Giro sobre mis talones justo cuando le tengo a tan solo unos metros.

— Bruno — había una posibilidad de que estuviera aquí así que no me sorprende del todo. — Vengo a tomar un té, ¿pasa algo? — respondo tranquilo.

— ¿Justo a esta cafetería? ¿Me ves cara de imbécil o qué? — me mira y puedo ver como su cabreo aumenta cada segundo que pasa.

— Vaya, parece que el que necesita una tila eres tú — me rio y alzo ambos brazos — Está bien, lo confieso. Vine a ver a mi chica.

— ¿Tu chica? — se acerca hasta estar peligrosamente cerca. — No quiero volver a verte por aquí.

— ¿Me lo vas a impedir tú? — pregunto con la sonrisa aún en mis labios, al parecer le jode.

— No me pongas a prueba.

Alzo una ceja mientras vocalizo sin hablar un "uuuuh, que miedo", doy media vuelta y me encamino hacia la puerta del pequeño local pero como es previsible no llego ni a tocar porque me empuja bruscamente.

— Un paso más y te reviento la cara... Aunque pensándolo mejor no te convendría... ¿Como sino vas a vender la mierda que haces?

— ¿Por qué no me dijiste que eras un fan? — sonrío de lado. — Saca el bolígrafo que te firmo en un toque.

El comentario le enfada más, si es posible, y me empuja de nuevo haciendo que esta vez choque contra el cristal de la cafetería.

El impacto es tan fuerte que retumba en el interior de este, ocasionando que las personas dejen de conversar entre ellas para prestar atención a lo que está sucediendo fuera.

No me da tiempo a contraatacar porque Úrsula sale apurada hacia al exterior y cuando nos ve a los dos su expresión pasa del enfado al asombro.

— ¿Mateo? — sus ojos se desvían un segundo hacia Bruno mientras se acerca hasta estar en frente mía. — ¿Qué haces aquí? — susurra.

— Quería verte — inspecciono su cara y me doy cuenta de varias cosas. — Vas maquillada y te has cortado el pelo...

Asiente algo ruborizada y me aproximo con la intención de besarle la mejilla pero posa su mano en mi pecho y me para.

— No lo hagas más difícil. Por favor.

Aunque son segundos, ahora que estamos a centímetros el uno del otro puedo ver como su mirada refleja miedo y alivio a la vez.

Mi vista recae indirectamente en su pómulo derecho y frunzo el ceño al ver un tono verdoso que a pesar del maquillaje se puede apreciar si lo miras desde muy cerca, como es el caso.

Guío lentamente mi mano hasta esa zona, ella se sobresalta y refriego el pulgar hasta que la base desaparece y un moratón le sustituye.

La rabia que me invade se multiplica por mil cuando en el corto proceso veo las muecas de dolor de Úrsula.

Mi mano izquierda se cierra en un puño y en pocos instantes los nudillos cambian a un tono blanquecino por la presión. Por otra parte la respiración se me vuelve más pesada.

— Mateo — pronuncia ella al ver mi estado.

Pero lo único que puedo hacer es negar, negar y preguntarme por qué.

¿Por qué no lo vi venir? ¿Por qué la dejé marchar? ¿Por qué no me dijo que la estaba agrediendo? ¿Lo hará también con Joel?

Mierda Joel.

Cuando mis ojos pasan a mirarle a él algo debo trasmitir porque Úrsula me pide que me tranquilice mientas coloca sus manos en mi pecho.

— Mateo, por favor... Estoy bien, ¿si? No te preocu... — le interrumpo.

— Vuelve dentro — digo entre dientes sin siquiera mirarla.

No espero a que lo haga, simplemente la echo hacia un lado y me acerco a él hasta estar casi con las frentes pegadas.

— ¿No te han educado lo mínimo como para saber... — le empujo fuerte. — ... Que a las mujeres no se las golpea? Alguien deberá enseñarte de modales y ese seré yo.

— ¿Crees que me das miedo?

Sonrío negando como un jodido desquiciado y guío mi puño de tal manera que impacta primero en su mejilla y después en la ceja, hasta el punto de que una pequeña brecha se le abre.

Bruno como es de esperar no se achanta y me devuelve algunos golpes, iniciando así una pelea entre nosotros.

— ¿¡Eso es todo lo que sabes hacer!? — pregunto mientras escupo al piso — ¡Ten huevos y golpéame como a ella!

Escucho como Úrsula grita que pare pero ya no hay vuelta atrás, estoy totalmente fuera de mi mismo y no mido ni los golpes ni la fuerza que ejerzo.

Se acerca hecho una fiera e intenta atacar con un gancho lento que esquivo y le devuelvo a la altura del estómago.

Esto hace que doble su cuerpo hacia delante en busca desesperada de oxígeno y aprovecho para clavarle los nudillos en la barbilla, teniendo como resultado que caiga de bruces.

Me acerco con la intención de que no vuelva a levantarse en la vida cuando noto a dos hombres detrás mía jalando de mi hacia la dirección contraria.

— Joven, será mejor que se tranquilice si no quiere empeorar las cosas.

Digamos que la burbuja de ira en la que me encontraba explota y mirando el panorama me doy cuenta de que hay muchas personas fuera, entre ellas Úrsula en un mar de lágrimas, y en frente del establecimiento dos patrullas.

Giro mi cabeza para observar quién me retiene y como no, son los agentes de policía.

Mierda.




qUe hIcIsTe mAtEo
igual aquí te re bancamos, ¿o no?
yo digo que
ahre, gracias por leer. nos vemos <3

sincronicidad; truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora