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M A T E O

Presente.

— ¿De qué quieres el bocadillo? — pregunto mientras ayudo a Joel a quitarse la chaqueta y la mochila.

Lo dejo en la mesa, al lado de la jarra de agua y le vuelvo a mirar esperando una respuesta.

— Mmm... Atún — dice después de haber reflexionado.

Asiento, le pido que se quede ahí y salgo de la habitación en dirección a la máquina expendedora que hay al final del pasillo. La comida que ofrecen en la cafetería es una mierda y ambos nos negamos a salir del hospital, así que...

Llego a la maquina, marco la combinación e introduzco algunas monedas. Cuando el sándwich y el zumo de manzana caen, los agarro y deshago el camino hacia la habitación.

Han sido tres semanas muy intensas en los que a veces se me ha pasado por la cabeza tirar la toalla. Derrumbar el muro que me creé cuando el médico me comunicó el estado de Úrsula y mostrar realmente cómo me siento. ¿Pero de qué serviría eso? ¿Qué entendería Joel de la situación si me ve hundido? Que es más jodida de lo que en realidad él se piensa.

Para el enano Úrsula solo está dormida y cuando despierte todo volverá a ser como antes, ¿pero quién nos garantiza eso? Nadie.

Entro de nuevo en el cuarto y me encuentro al pequeño pegado al lateral de la cama y agarrándole la mano a su madre mientras le cuenta lo que ha hecho hoy en el jardín.

— Y luego en el descanso, Eduardo y yo hemos estado buscando piedras bonitas para su... — se queda callado intentando recordar la palabra. Al ver que no le sale, me mira en busca de ayuda.

— Colección — murmuro acercando la silla. Me siento y a su vez siento al pequeño en mis piernas para que esté más cómodo.

— Sí, encontramos uno con forma de corazón y la seño me dijo que era muy bonita y que seguro que te haría ilusión verla, así que te la traje.

Mete la mano en el bolsillo de su pantalón y saca la piedra, la verdad es que sí tiene la forma de un corazón. La coloca en la palma de la mano de Úrsula y con cuidado dobla los dedos alrededor hasta que queda en un puño.

Joel se queda mirando a su madre en busca de una respuesta que obviamente no obtiene.

— ¿Queda mucho para que se despierte? — pregunta en bajito.

— No enano, no falta mucho — respondo, y antes de que mi mente empiece a divagar por ese camino, alcanzo el bocadillo y se lo tiendo. — A comer.

Lo agarra con sus manitas y en ese momento alguien toca a la puerta. Giro la cabeza hacia esa dirección y me encuentro a mi padre parado en la entrada haciendo señas para que salga.

— ¿Comételo todo, si? Ahora regreso — asiente, le alcanzo el zumo y le dejo sentado en la silla.

Salgo y nos apartamos un poco de la puerta.

— Hola pa — digo después de haberle abrazado.

— ¿Cómo van las cosas por aquí? ¿Alguna novedad?

sincronicidad; truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora