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Ú R S U L A

Hace cuatro años.

Correr hacia un punto lejano mientras intentas ponerte una falda puede resultar complicado y compruebo que sí lo es cuando me resbalo con la alfombra y caigo de bruces al suelo.

— Joder con la puta alfombra de los cojonesmaldigo poniéndome de pie y cogiendo el móvil.

— ¡Úrsula! ¡Ese vocabulario! — grita mi madre desde su habitación. El oído que tiene esta señora es impresionante.

— ¡Perdón mamá!miro hacia el teléfono y descuelgo antes de que corten. — ¿?

— ¡Llevo esperando dos minutos a que bajes! ¿¡Se puede saber qué haces!? — exclama visiblemente alterada mi ansiosa e impaciente amiga.

Gina dame cinco minutos, ¿? — pido mirando el reloj y poniéndome rápidamente los tacones.

Ni uno másadvierte y cuelga, y más vale que sea así o es capaz de irse sin mi.

Termino de arreglarme sin llegar a maquillarme, ya que lo haré de camino, y vuelo hacia la habitación de mis padres, espero a que me den permiso para entrar y me despido de ellos.

No tan rápido jovencitaretrocedo el paso que di y me giro para mirar a mi padre — ¿Así vas a ir?

— ¿Cómo quieres que vaya?

Más adecuada a tu edaddice repitiendo la frase que me lleva diciendo desde que tengo conciencia.

— Papá tengo dieciocho años y trabajo en una discoteca de camarera, por más que quieras no soy la típica señora vieja de la iglesia encargada de pasar el cepillo.

sincronicidad; truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora