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M A T E O

Me quito los auriculares, los dejo colgando del micrófono y agarrando la taza de mate salgo del estudio.

— ¿Cómo quedó? — pregunto sentándome en el pequeño sofá.

— Bien, nada más queda que le metamos los coros — me explica Tatool mirando fijamente los aparatos que utiliza y cuyos nombres nunca me acuerdo.

— Y algún que otro retoque — añade Taiu.

— Te toca brillar rey — le doy un sorbo a la bebida que tengo entre manos mientras miro a Camilo.

— Llegó el momento de demostrar mi potencial.

— Que potencial si solo repites lo que digo yo, fantasmita.

En respuesta me enseña el dedo corazón y yo me rio.

Aunque siempre me gusta picarle con este tema, soy consciente de que es un pilar fundamental en mis canciones y mucho más en mi vida personal.

Tatool le hace una cuenta atrás y cuando la instrumental comienza a sonar Kmi fluye sobre ella como si de un cantante profesional se tratara.

Escucho atentamente y a cada segundo que pasa disfruto más la manera en la que se ceba delante de un micrófono.

Somos felices con tan poco...

El tono de llamada de mi teléfono me desvía de la reflexión que maquinaba mi cabeza y, señalando el dispositivo a Santiago para que sepa que debo contestar, me salgo del estudio hacia el hall.

— ¿Diga?

Buenas tardes, ¿hablo con... Mateo Palacios?

Sí, soy yo.

Le llama Clara, la cuidadora de Joel.

El cuerpo se me tensa y la preocupación se abre paso.

— ¿Va todo bien? ¿Le ha pasado algo?

No, con Joel está todo bien... El problema es que su madre no se ha presentado a recogerle. Llevamos unos minutos esperando y tampoco responde al teléfono.

Frunzo el ceño girándome a ver el reloj colgado de la pared, a esta hora hace rato que ya deberían estar en el departamento.

¿Señor Palacios?

— Sí, enseguida voy.

Me da las gracias y cuelga.

Rápidamente entro de nuevo y explicándoles a los pibes muy por encima la situación, me despido de ellos y voy volando hacia el pre jardín.

Por el camino intento ponerme en contacto con Úrsula pero no me coge las llamadas y sé que algo no va bien, puede que en muchas ocasiones sea una colgada, pero nunca en la vida se olvidaría de recoger a su hijo.

Aparco de cualquier manera y camino hacia el edificio, cerca de la puerta esperan una mujer pelirroja de unos cuarenta y tantos años y un nene con los rasgos preocupados, Joel.

sincronicidad; truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora