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Ú R S U L A

— Ahora ve a lavarte los dientes — le bajo del taburete y sale disparado hacia el baño de invitados.

En lo que termina, me dedico a recoger los platos y a limpiarlos, una vez he dejado todo en su sitio saco el móvil para comprobar que vamos bien de tiempo.

Meto el almuerzo de Joel, que consiste en unas galletitas y un zumo de manzana en su pequeña mochila de cars y me acuerdo que aún no le he repuesto el agua a Mate, así que lo hago y le dedico una sonrisa al hámster que está escondido detrás de su casita, al parecer no se acostumbra al nuevo ambiente.

No eres el único.

— Listo mami.

Me giro en el momento que oigo su voz y asiento levantando la mano para que la agarre, pero al ver las suyas veo que en una de ellas mantiene algo.

— ¿Que traes ahí? — pregunto visualizando el contenido blan...

Oh, mierda.

Se lo arrebato y de más cerca puedo afirmar que se trata de cocaína.

— ¿Qué haces con esto? — vuelvo a cuestionar.

— Lo encontré ahí — responde señalando el baño.

— No vuelvas a coger algo así, ¿entendido? — asiente sin saber porqué estoy tan molesta. — Ahora ve a ver la televisión en lo que termino de prepararme — asiente de nuevo y vuela hasta llegar al sofá y sentarse.

Llevamos aquí poco más de un mes y he intentado de todas la formas posibles que Joel no se encuentre ninguna de estas cosas, pero se ve que el imbécil de Bruno tiene otros planes.

Me dirijo a la habitación principal abriendo esta de manera brusca y lo único que encuentro es oscuridad. Enciendo la luz después de cerrar la puerta a mis espaldas, no quiero que mi hijo presencie esto.

— Hmmmm — se escucha debajo de la montaña de sábanas. — ¿Qué coño quieres?

— Recordarte que hay un niño pequeño en la casa y que no puedes ir dejando por cada rincón la porquería que te metes.

Bruno sale de su escondite con el pelo despeinado y ve la bolsita en mi mano. En otros tiempos esta imagen me hubiera parecido adorable.

— Déjala por ahí y márchate. No son horas para tener que escuchar tu insoportable voz.

Alzo la ceja cuando vuelve a cobijarse en la cama y tomo una decisión: deshacerme de la mierda que tengo en la mano. Paso de largo hacia el baño de la habitación y subo la tapa del inodoro, luego vuelco el contenido de la bolsita y tiro de la cadena.

Antes de que pueda darme la vuelta ya noto el cuerpo de Bruno sobre mi.

— ¿¡Qué haces!? — me da la vuelta bruscamente y cuando ve la bolsita vacía monta en cólera.

Me agarra del cuello y me estampa contra la puerta, haciendo que el pomo se me clave en lo bajo de la espalda y haga una mueca de dolor.

Bueno, otro moratón más.

— Te lo digo siempre Úrsula... — murmura cerca de mi cara mientras aprieta más su mano — Vigila lo que haces porque no te conviene enfadarme... — aprieta un poco más. — Las cosas pueden acabar muy mal.

Mis vías respiratorias se cierran a medida que su mano se ciñe a mi cuello con fuerza.

— No puedo... respirar — balbuceo con dificultad.

sincronicidad; truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora