18

1.5K 79 17
                                    

M A T E O

— ¡Mateo! ¡Te dije que la tarta tenía que ser de fresa!

Me sobresalto de tal manera que casi arrojo al suelo la tarta. Por suerte puedo estabilizarme a tiempo y miro hacia al niño ya no tan pequeño que tengo al lado.

— ¿Fresa? — asiente efusivamente con la expresión enojada. — ¿Qué tiene de malo el chocolate?

— Ni para esto sirves — bufa por lo bajo, se pierde por el pasillo y yo me quedo parado en la entrada de la cocina totalmente sorprendido.

— Déjale, está nervioso porque viene a la fiesta la muchacha esa — me dice mi padre en lo que saca brillo a los cubiertos.

— Te llego a decir yo eso a su edad y me pones en adopción... Que poco respeto por lo mayores. — digo en broma aunque en realidad no lo sea.

Él se limita a reír y una vez dejo la tarta en la nevera le ayudo en la tarea de colocar los platos en la mesa del salón.

— ¿Entonces Emi esta enamorado? — pregunto recordando lo que me dijo momentos antes. — ¿No es demasiado pronto?

— Mateo, si supieras las veces que llegaste de la escuela diciéndome que te gustaba una chica... Siempre pensé que de mayor nunca te enamorarías de verdad y mírate ahora — me señala con la cuchara que tiene en la mano.

— No estoy enamorado — digo simplemente y me alegro cuando tocan al timbre.

— A otro con ese cuento — escucho que dice mi progenitor a mis espaldas.

Abro la puerta y los primeros invitados empiezan a pasar. Los minutos corren y la sala se empieza a llenar de padres e hijos, todos compañeros de clase de Emi. En un momento dado también viene Camilo a felicitarle.

Ya le hemos dado los regalos y cantado la ridícula canción dedicada a este día y las únicas personas que quiero ver aún no aparecen. Mis ojos se dirigen una vez más a la pantalla del móvil y suspiro al ver que no hay nada.

No van a venir, ¿qué te esperabas?

Siento como el sofá se hunde a mi lado e instantes después una mano sobre mi hombro.

— Ni istiy inimiridi — murmura a mi lado entre risas.

— ¡Papá! — exclamo poniendo los ojos en blanco.

— Perdón, perdón. Vi que está de moda hacer burla con eso y no vi mejor momento para aplicarlo — explica con una sonrisa que expresa disculpa.

— Necesito relajarme, saldré un momento — mi padre asiente entendiendo a que me refiero y me encamino hacia la puerta.

Abro esta y me quedo estático cuando veo quien está al otro lado.

— ¡Mateu! — grita el pequeño pero mi mirada solo está fija en ella.

Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que la vi y las circunstancias no fueron las mejores. La vi llorando desconsoladamente mientras me pedía a gritos que me detuviese y yo no la hacía ni puto caso.

Noto el contacto de alguien junto a mi pierna, dejo de mirar a Úrsula y me pongo a la altura de Joel.

— ¡Enano! — le doy un abrazo y le cargo en brazos mientras me pongo de pie — Pero que mayor estás, un poquito más y me superas en altura — el pequeño larga una risita y como en los viejos tiempos se encierra en su mundo mientras se encarga de despeinarme el pelo.

sincronicidad; truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora