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M A T E O

Después de mucha búsqueda, Úrsula por fin ha logrado encontrar trabajo en una pequeña cafetería.

Una parte de mi se alegra por ella, porque sé que eso es lo que quiere hacer y lo necesita pero la otra está aterrorizada por si toma la decisión de irse.

Lo que me calma es que todavía no tiene dinero suficiente como para rentar una casa.

, soy un egoísta.

Trabaja todos los días con una ilusión arrasadora y cuando recibió su primer sueldo no pensó en otra cosa que darme gran parte de el.

Yo sin dudarlo volví a depositarlo en su cartera y así estuvimos unos cuantos días hasta que me encaró.

— ¿Dónde dejó mamá el pijama? — pregunto mirando a todos lados.

— ¿Pidama? — me mira desde el suelo extrañado.

Se lo repito y vuelve a decir lo mismo, así que opto por explicárselo de otra forma.

— Pi-ja-ma.

— Pija... — habla Joel cuando su madre entra a la habitación.

— ¡Mateo! ¿¡Qué le estás enseñando al niño!? — me mira con un toque de humor.

— Pijama — dice el pequeño y cuando ve que asiento se pone a aplaudir. — Pijama.

— ¿Dónde está?

— Debajo de la almohada — señala.

Asiento y voy hacia allá.

— Oye, ¿me puedes explicar esto?

Me giro y observo que lleva en la mano un fajo de billetes.

— Se llama dinero y se usa para comprar cosas.

Sonrío al ver su expresión.

— Deja de devolvérmelo, es tuyo — dice seria.

— No, te lo has ganado tú y no tienes porqué darme nada — rebato vistiendo al pequeño, que nos mira con interés.

— Si no te pago de esta manera lo haré de otra — le miro esperando a que se explique. — Me encargaré de la comida.

— No.

— Sí.

— No, sí, no, sí — canturrea Joel.

Termino de vestirle y le mando al salón para ver la televisión, el nene acepta encantado.

— Como sé que de nada servirá decirte que no... Está bien.

Úrsula me dedica una sonrisa y deja los billetes en la mesa.

— Me tengo que ir ya, ¿te quedas con él? — pregunta refiriéndose a su hijo.

— ¿Me ves cara de babysitter?

— ¿Qué pasó gringo, te perdiste por Buenos Aires?

— Mis padres me concibieron en el Bronx preciosa.

Se ríe mientras niega con la cabeza.

Lo dicho, es preciosa.

— Yo me quedo con él, descuida.

— Vale, gracias — se da vuelta.

— Pero... ¿Me pagarás, no?

Da vuelta de nuevo y me mira, luego estira la mano hasta los billetes.

— No, así no.

Encara una ceja y cuando capta lo que quiero decir se acerca a mi y me da un pequeño pico que yo me encargo de alargar.

— Adiós.

Escucho como se despide del pequeño en el salón y luego cierra la puerta principal.

Yo dentro de unos minutos tengo una entrevista por videollamada por lo que me pongo algo fachero.

Me aseguro de que Joel está entretenido viendo la televisión y me voy al rincón donde tengo el ordenador.

La entrevista empieza y me hacen las mismas preguntas de siempre, no me importa pero si se me hace algo repetitivo.

— Últimamente te hemos visto con una chica... ¿Se podría decir que es tu novia? — cuestiona el periodista.

Ojalá.

— Es una muy buena amiga — me limito a decir.

Seguimos con las preguntas y un rato después noto dos manitas en mis piernas.

— Perdón — digo mirando a cámara para luego fijarme en el pequeño. — ¿Qué pasó rey?

— Quiero ver wali.

Frunzo el ceño un segundo.

— ¿Wall-E? ¿El robot ese cuadrado que vivía recogiendo basura?

El nene me mira confundido y el entrevistador me responde que sí.

Le agradezco, me disculpo otra vez para ir a ponerle la película y le dejo su respectivo zumo de manzana.

— Gracias Mateu.

Le beso la cabecita y vuelvo a la entrevista con una sonrisa.




holi

Joel teamo dea a quién le hablaba

sincronicidad; truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora