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Ú R S U L A

Paso la bayeta por la última mesa y cuando no hay rastro de polvo por ningún lado doy por acabada mi tarea y con ella mi jornada laboral.

Ingreso al pequeño vestuario que tenemos asignado y me quito la vestimenta que consta de una camiseta verde y un delantal rojo vino.

Lo doblo para meterlo en el casillero, saco mi bolso y con una mano me deshago el moño improvisado mientras que con la otra saco el móvil de mi bolsillo trasero.

Como suponía hay un mensaje sin leer de Mateo.

Mateo 🐧

estoy en el estudio,
va todo bien?

Suspirando me doy por vencida al no poder domar mi pelo y contesto.

(audio de voz 🎤)
, recién finalizo mi turno así que iré
a recoger a Joel para luego pasar por el
supermercado

Literalmente Mateo y yo formamos un equipo para todo y esto no iba a ser menos: él se encarga de llevar por la mañana a Joel mientras yo me preparo para ir a trabajar y luego yo recojo al niño en lo que él sigue con sus proyectos en el estudio.

Le doy a enviar y con el bolso colgado del hombro salgo para despedirme de Sebastián, mi compañero.

— ¿Cuánto te queda? — pregunto cuando le encuentro limpiando detrás del expositor de pasteles y demás.

— Se supone que Miriam llega dentro de treinta minutos pero ya sabes que al tratarse de ella capaz aparezca más tarde y haga como si nada.

Asiento sonriendo, más de una vez me ha tocado sufrirlo.

— Por cierto, ¿te encuentras mejor? — me mira interesado.

Después de una semana ausente por enfermedad, me he vuelto a incorporar al trabajo.

Aunque no me encuentre en las mejores condiciones tampoco puedo quedarme debajo de las sábanas evitando todo lo que me rodea.

— Sí, gracias.

— Me alegro... Digamos que soportar a Miriam desde tan temprano no es uno de mis pasatiempos favoritos — asegura bufando.

Sonrío de nuevo sin saber que decir y miro la hora, Joel está a punto de salir y quiero estar ahí para cuando lo haga.

— Bueno, me voy ya que se me hace tarde.

— ¿Viene a recogerte tu novio? — pregunta y ocasiona que me de la vuelta para mirarle extrañada — El pibe ese que vino el otro día con un nene pequeño.

— Ah, no es mi novio... Es un buen amigo — explico.

— Y el niño...

— Es mi hijo.

La confusión cruza la expresión de Sebastián.

— ¿Tienes un hijo? ¿Cuántos años tiene? ¿Ese pibe es el padre?

Dios, ¿qué te importa?

— Lo siento pero me tengo que ir — doy media vuelta y ando rápido hacia la puerta.

Una vez fuera pongo rumbo hacia el pre jardín, que por suerte no queda muy lejos, pensado que lo de antes ha sido de lo más extraño.

Sacó mi teléfono en cuanto lo noto vibrar y contesto a la respuesta de Mateo.

Mateo 🐧

no me queda mucho
acá, nos encontramos
en el súper?

vale, perfecto

Bloqueo el móvil y espero en la puerta junto a los demás padres, que por como me miran de seguro se piensan que soy la niñera o algo así.

Minutos después los niños van saliendo y cuando visualizo a Joel él está inspeccionando la zona en busca de una cara conocida.

Grito su nombre y cuando sus ojos conectan con los míos viene corriendo hacia mi.

— Mamiiiii — me da un abrazo y le cargo en brazos.

— Hola amor — le doy un sonoro beso en la mejilla. — ¿Cómo ha ido el día?

Dejándole de nuevo en el suelo y con su mano agarrada a la mía caminamos hacia el súper mientras me cuenta algunos sucesos con toda la ilusión del mundo.

Yo le escucho con una sonrisa reflejada en mi rostro, la cargada de amor y aprecio que sólo me saca él.

Entramos a la pequeña tienda y le siento en el carrito de la compra.

— ¿Qué quieres cenar hoy? — cuestiono mientras caminamos por los pasillos.

— Mmm... ¡Empanadas! — exclama.

Me paro en el estante de los cereales y agarro el típico de los aritos de colores, el mismo que Mateo adora con todo su ser, y vuelvo a caminar.

— Cariño, sabes que no se me da bien hacer la masa esa.

En realidad soy una negada en todo lo que respecta la cocina.

— Pero Mateu sí... Porfa mami... — hace un puchero y sin más remedio acepto.

Vamos cogiendo todos los ingredientes que necesitamos y una vez en la fila me llega un mensaje de Mateo diciéndome que está fuera, por lo que pagamos y nos dirigimos hacia la salida.

Le visualizo apoyado al capó de su coche vestido con un buzo naranja que le queda de lujo (todo hay que decirlo) y un pantalón corto blanco.

En cuanto nos ve se acerca y después de chocarle la mano a Joel me da un pequeño beso en los labios y me arrebata las bolsas.

El contacto me deja un poco descolocada pero termino sonriendo.

No somos novios pero...

— ¡Vamos mami!

Ellos ya han llegado al coche y me esperan pacientemente.

Niego con la cabeza e intento despejar mis pensamientos sabiendo que ese pero siempre estará presente.




holi :)

sincronicidad; truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora