Capitulo 4 (antiguo 3)

8.3K 485 64
                                    

Al llegar a la puerta de la casa me sentía como un pulpo en un garaje, era como estar en un mundo totalmente diferente. Robert llamó al timbre y enseguida la puerta fue abierta por una mujer rubia con los ojos verdes muy intensos y una gran sonrisa: se trataba de Martha Fernsby, la reconocí por las cientos de fotos que vi en internet después de mi investigación aquel día al estilo del FBI.

— Gracias por traerla Robert, tómate el resto de la tarde libre, querido.

— Gracias, señora Fernsby

Dicho eso Robert se fue tras despedirse de mí, el hombre no perdía el tiempo. La mujer me miraba sonriente por lo que no pude evitar devolverle la sonrisa.

— Pasa, querida, te estábamos esperando.

Hizo un gesto con la mano invitándome a entrar. Entré en la casa y me quedé asombrada con la simple vista que tenía de la entrada era como estar en un palacio.

— Ven cariño, mí marido e hijo nos esperan en el despacho.

Asentí en su dirección y caminé observando todo sin prestar mucha atención a donde pisaba lo cual me llevó a tropezarme y casi tirar un jarrón el cual estoy segura que no podría pagar en un millón de años.

—¿Estás bien?

— Si lo siento, es que...

— Lo entiendo la casa te sorprende, en mí opinión mí hijo es un exagerado, no necesita una casa tan grande.

En eso le daba la razón, pero no se lo dije. Seguí mirando todo a mi alrededor, esta vez atendiendo también por donde iba; a pesar de ser una casa de hombre no tenía una estética masculina, si no todo lo contrario; los colores predominantes eran neutros, quitando alguna pieza de decoración que aportaba algo de color, pero no demasiado.

Esperé a que la señora Fernsby llamara a la puerta, pero en su lugar la abrió de golpe asustando tanto a su marido como a su hijo.

—Por todos los dioses Martha un día vas a hacer que me de un infarto— dijo el señor Fernsby con la mano en el pecho mirando a su esposa que se reía divertida.

—Exagerado —dijo dándole un beso en la mejilla, para después sentarse en la silla que había a su lado —cariño siéntate

Con las mejillas ardiendo como una parrilla en pleno verano en el jardín de una familia me senté en la silla que quedaba al lado de Henry y Martha.

Colton Fernsby me miraba con una ceja levantada mientras me escaneaba de arriba abajo a lo que yo desvié la mirada hacia sus padres que se encontraban muy sonrientes.

— Veo que ya estás mejor, Aida.

— Si, gracias por preocuparse señor Henry, no hay nada que el dormir no solucione— este asintió, divertido, antes de ser interrumpido por su hijo.

— ¿Qué hace ella aquí? ¿Se supone que ella será la niñera?

— Así es hijo, como ves es alguien joven con energía y además a tus hijos parece gustarles.

— Papá, no tiene experiencia con niños, ni siquiera conocemos nada de ella, lleva un año escaso trabajando en la empresa y no hace tanto que salió de la adolescencia— Dijo Colton a su padre como si yo no estuviera presente.

— Si me disculpa el atrevimiento señor Fernsby, le diré que tengo experiencia en cuidar niños; toda mi adolescencia me encargue de cuidar no  a dos niños, sino a seis a la vez para conseguir dinero para así poder venirme aquí a estudiar. Además de de los veranos que pase como monitora de campamento durante mis tres años de universidad en España, por no decir que estoy especializada en psicología infantil e hice las prácticas en un colegio aquí en New York. Sé perfectamente lo que tengo que hacer y el hecho de tener veintitrés años no me convierte en una adolescente, soy bastante madura para mi edad, aparte de que tengo claro cuál es todo mi trabajo.— intenté sonar lo menos estirada y desafiante, lo prometo, pero a veces me era imposible.

Una niñera a la españolaHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin