Capítulo 8 (antiguo 5)

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Colton

Suspiré pesadamente mientras escuchaba el parloteo de Vanesa a la vez que entrábamos en casa, me sorprendió ver las luces encendidas por lo que miré el reloj dándome cuenta de que eran más de las nueve, Aida debería de haberse marchado ya y los niños estarían en la cama, caminé sin hacer caso a la mujer iba detrás de mí hasta el salón, observé toda la sala hasta que me percaté de el gran bulto que se encontraba en el sillón más amplio, me acerqué un poco viendo a Aida junto con los niños, los tres dormidos abrazados, los críos estaban ya vestidos con sus pijamas y tenían sus cabezas recostadas en el pecho de ella, escuché el repiqueteo de los zapatos de mi prometida hasta qué dejó de sonar y solo se escucho un bufido de su parte.

— ¡¿Pero qué formas de trabajar son estas?! ¡¿Qué narices se cree que hace?!

— Vanesa cállate la boca, vas a despertarles.

— ¡Por el amor de Dios Colton, es lo que deberías hacer, separar a tus hijos de esa perra aprovechada, ¡¿Como se atreve siquiera a tocarlos?!

— Vanesa sube a mi dormitorio y espérame allí, no quiero escucharte hablar, hasta que suba.

— ¡¿Encima me mandas lejos para que ella no me vea?! ¡¿pero quien te crees que soy?!

Irritado por su comportamiento la agarré del brazo haciendo que me mirara fijamente a los ojos,  tragó saliva mientras me mantenía la mira.

— He dicho que no abras más la boca y subas, ¿entendido?

Asintió despacio y la solté, sin decir nada más la vi desaparecer por las escaleras en dirección a mi dormitorio, respiré hondo cerrando los ojos y me acerqué a Christopher que se encontraba más al borde del sofá, le moví un poco intentando despertarle para que subiera a su cuarto mientras yo subía a su hermano.

— Christopher— Lo llamé en un susurro.

— Cállate, estoy en el cielo.

— Christopher levántate ahora y sube a tu cama.

Abrió un ojo y bufó, se levantó con cuidado de no despertar a ninguno de los otros dos y sin dirigirme la mirada pasó por mi lado golpeando su hombro contra el mío, me fijé en que tenía su labio y la ceja partidos. Una vez lo vi desaparecer me acerqué a Mason y con cuidado le cogí en brazos, se aferró a mi cuello apretando fuerte y suspiró en mi oreja.

— Hijo, no aprietes tan fuerte.

— No me dejes papi por favor— Dijo en un susurro apenas audible, lo más seguro es que estuviera soñando.

— No te voy a dejar nunca, tranquilo— Le dije acariciando su espalda mentiras subía.

Lo acosté en su cama dándole un peluche que encontré por el suelo y me aseguré de arroparlo bien, salí cerrando la puerta y fui a la habitación de su hermano. Cuando abrí la puerta me lo encontré sentado en el borde de la cama con las manos en la cara, caminé en su dirección y me senté a su lado.

— ¿Vas a contarme que te ha pasado en la cara?

Desvió la mirada lejos de mi.

— ¿Acaso te importa?

— Soy tu padre, claro que me importa.

Negó con la cabeza. 

— Pues no lo parece.

— Hijo que ha pasado ¿por que estas así?

— No se papá, tu dime— Respondió mirándome fijamente mientras apretaba los puños.

— No ha sido culpa mía que te metieras en una puta pelea y seas un maldito broncas así que no me hables así.

Rió secamente de manera irónica y negó con la cabeza mientras se levantaba para meterse en la cama.

— A veces eres un idiota integral, pero no te preocupes ya veo que solo piensas que tu hijo es un problemático, buenas noches padre, cierra la puerta al salir.

— Christopher...

— Buenas noches, cierra la puerta al salir

Me levanté sin decirle nada más y salí de la habitación cerrando la puerta. Nunca fue así conmigo, lo más seguro era que la adolescencia le estaba afectando, pero ¿tanto me odiaba?, antes me miraba con admiración,  felicidad y cariño  mientras que  de un largo tiempo para acá solo notaba decepción, odio y asco en su mirada.

Bajé las escaleras de manera rápida para despertar a la chica que dormía en mi sofá; me la encontré acurrucada abrazando uno de los cojines, no pude evitar sonreír, se veía adorable como una niña, me acerqué un poco más para poder detallar su perfil, su piel blanca como la porcelana tenía algunas marcas rojizas que parecían cicatrices, su nariz era un poco curvada y respingona, sus labios eran rellenos y algo gruesos y tenía unas largas pestañas negras, me di para atrás cuando suspiró y me acerqué con cuidado para despertarla.

— Aida despierta— la zarandee un poco haciendo que gruñera.

— Cinco minutos más Papá.

— Aida venga levanta.

— Joder no seas insoportable, solo cinco minutos Papá.

— Aida joder, no soy tu padre soy tu jefe.

— Mi jefe....¡Ostia mi jefe!— Abrió los ojos de golpe girándose bruscamente haciendo que se cayera de boca al suelo, escuché un quejido de su parte cuando vi como se levantaba y se limpiaba el polvo inexistente de sus rodillas, levantó la cabeza para observarme con una gran sonrisa.

— Señor Fernsby que alegría verle ¿verdad querido jefe? ¿Cuándo a llegado?

— Hace un buen rato señorita Alonso ¿podría..?

— ¿Oh eso?, yo solo descansaba la vista mientras ....eehhhh... ¿meditaba?

Me crucé de brazos, mientras la observe arqueando una ceja, vi como sus mejillas se teñían de rojo y se rascaba la nuca.

— Meditar— Repetí.

— Si meditar, ¿sabe que se puede llegar a un estado muy profundo de meditación en el que parece que duermes?¿de locos verdad?

— Aja

— Bueno ya es tarde debería irme— Agarró su bolso y su abrigo rápidamente mentiras se dirigía a la puerta, no dude en seguirla y antes de que pudiera girar el pomo, le agarré el brazo haciéndola girar en mi dirección.

—¿No se le olvida algo Señorita Alonso?

— ¿Buenas noches?— Me acerqué mucho más a ella notando como se ponía tensa

— Buenas noche señorita Alonso— Susurré muy cerca de su rostro mientras le subía del todo la cremallera del abrió, la vi tragar saliva y dar un paso hacia atrás.

— Bu- buenas noches señor Fernsby.

Salió por la puerta casi corriendo en dirección al ascensor, de no ser por que pude detenerla a tiempo la puerta habría golpeado muy fuerte despertando a todos. Sonreí y negué con la cabeza, esa chica era todo un personaje, ¿por que no podía dejar de mirarla cuando la tenía cerca?, sacudí la cabeza intentando evitar esos pensamientos y subí a mi dormitorio donde una Vanesa en ropa interior se encontraba tirada en la cama, cuando me vio se levanto hasta llegar a mi y empezó a deshacerme el nudo de la corbata.

— Vamos a pasarlo bien un rato querido— Murmuró sonriendo antes de besarme.

Le correspondí el beso colocando mis manos en su culo empujándola hacia arriba para que enroscara sus piernas en mi cadera para empezar a caminar con ella y dejarla en la cama tumbada mientras empezaba besarla y lamerla por todos lados mientras ella gemía y me desvestía.



Una niñera a la españolaWhere stories live. Discover now