Capítulo 41: Aborto de mono.

18K 2.1K 1.3K
                                    

—Dime la verdad —inició, con tono indiferente—. ¿Acaso perdiste la cabeza?

Su mano fue un poco rústica al curar las heridas que yo misma causé en mi brazo. Estuve a punto de quejarme, pero algo me dijo que era mejor no enfurecerlo más.

—Puede ser —admití, sin rastro de burlas.

—¿En qué demonios estabas pensando? ¿Acaso no notaste el peligro al que te expusiste? ¿Dónde quedó tu instinto de supervivencia?

Su pregunta no me tomó por sorpresa. El tono en que la formuló, sí. Podía percibir sus emociones como si fueran mías. Y aunque sabía que estaba enfadado, su tono no lo demostró.

Me había llevado en brazos hasta la enfermería, donde él mismo vendó y curó la herida de mi muñeca. El dolor era un claro recordatorio de lo que hice, como una sombra de lo ocurrido.

—No puedo morderte —me indicó, incluso cuando no lo sugerí—. Te mordí antes y has perdido mucha sangre. Si te muerdo, pondría en riesgo tu salud.

—Estoy bien...

—No, no lo estás —me miró con enojo, suspirando exasperadamente.

No me importaba tener que cargar con una cicatriz. Después de todo, mi hermano ya tenía que cargar con las suyas. De todas formas, no es como si necesitara de una marca permanente para no olvidar lo que pasó.

—Te dejé hacer lo que querías. Fingí que caí en tu trampa y me contuve de no interrumpir tu loco arrebato suicida. Así que creo que me merezco una explicación.

—Quería reunirme con ella y sabía que estarías en contra —respondí, después de un largo rato.

Él me miraba. Podía sentir aquellos ojos rubís mirándome intensamente. Desde que había recuperado el sentido, los poderes de Donovan estaban un poco inquietos. La clara muestra se encontraba en sus ojos.

De pie, cerca de la puerta, como si temiera que fuera a escaparme, se encontraba un muy activo Donovan. Los calmantes habían hecho efecto, yo lo había visto con mis propios ojos, pero conforme los segundos pasaban, él recuperaba su usual fuerza.

No había logrado derribarlo, claramente. Aun así, no podía decirme que había sido inmune a ellos.

—Estás loca —suspiró—. Estás malditamente loca, criaturita.

Sabía que estaría molesto. De hecho, se encontraba mucho más calmado de lo que esperaba. A veces lo escuchaba hablar para sí mismo, refunfuñaba por lo bajo, hablando entre dientes. Solo entendía la palabra loca repitiéndose una y otra vez.

—No te molestes conmigo, sabía que no te haría daño. Solo quería sacarte del juego por un rato—hice un puchero hacia él.

—No, es que no estoy enfadado. Siento muchas cosas, pero enfado no es una de ellas. ¿Estoy sorprendido? Quizás. ¿Ofendido? Puede que un poco. No sé qué demonios pensabas, Juliette, pero eso fue peligroso.

—Tenía todo bajo control —mentí.

—¿En serio? —alzó una ceja en mi dirección—. Porque no es así como yo lo veo, señorita me-desmayo-apenas-cruzo-una-puerta.

Resoplé, sin embargo, no estaba en condiciones de responderle. Él tenía razón. Ni siquiera recordaba el momento en que me consiguió ni cómo fue que me trajo hasta aquí. Lo último que rondaba por mi mente era el temblor de mi cuerpo y la necesidad de correr lejos.

Sí, me había enfrentado a cosas terroríficas anteriormente, pero jamás las había buscado por mi cuenta.

Por dentro y aunque no quisiera admitirlo, estaba orgullosa de mí.

Donovan Black (En edición)Where stories live. Discover now