Capítulo 52: Despedida.

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Lo vi partir y no pude soportarlo. Mi mente comenzó a irse a lugares oscuros. El miedo me invadió apenas dejó de tocarme, como si él fuera capaz de alejar todas las cosas malas solo con su presencia. No podía tolerarlo, no quería que me abandonara. No quería volver a sentirme sola e indefensa.

Apenas dio un par de pasos, introduciéndose en el bosque, mi cuerpo se movió por su cuenta, pidiéndole a la magia que me diera tiempo de llegar hasta él una vez más.

Se sorprendió cuando sintió el agarre sobre su camisa. Sobre todo, porque se movía con tanta rapidez gracias a sus habilidades, que no había forma de que yo llegara tan rápido a él.

Pero la magia sí. Sobre todo, ahora que había aprendido a manejarla como una extensión de mi propio cuerpo.

—No te vayas —Hablé sin darme cuenta—. No me dejes sola de nuevo, Donovan.

—Esto es definitivamente nuevo —comentó, viendo su camisa como si intentara descifrar qué rayos había hecho.

Aproveché su confusión para acercarme hasta él de una vez y envolví todo mi cuerpo alrededor del suyo. Crucé mis brazos por detrás de su cuello y alcé mis piernas para enredarlas en su cintura. Incluso yo noté que no tuvo ningún problema para sostenerme, como si pesara menos que una pluma. Para él, probablemente así fuera.

Lo escuché respirar profundamente, como si estuviera intentando controlarse, como si estuviera jugando con el poco autocontrol que le quedaba.

Quizás lo estaba haciendo.

Donovan no tardó en responderme, envolviendo sus brazos en mi cintura, acercándome, como si se pudiera, aún más a su cuerpo. Una parte de mí sabía que teníamos dos espectadores cerca, pero no me interesó en lo más mínimo. Yo necesitaba este contacto. Necesitaba abrazarlo hasta que todos mis demonios perdieran su voz.

—Nosotros le avisaremos a los demás que ya encontramos a Juliette —Eleanna tomó del brazo al hombre lobo y se lo llevó lejos de nuestra vista, en pocos segundos.

Internamente, agradecí que fuera tan rápida y que supiera leer el ambiente. Respetando nuestra privacidad, se marchó sin mirar atrás.

—Si vas a irte a pelear —Hablé con dudas, alejando apenas mi cabeza de su pecho para poder observarlo—. Necesitarás tener fuerza.

—¿De qué estás...?

—Muérdeme, Donovan.

Se negó incluso antes de que terminara la frase, frunciendo el ceño. Entendía sus dudas, probablemente siguiera pensando que le pedía que borrara esos recuerdos de mi mente.

Pero yo no estaba insistiendo ante ello.

Ya no.

Dominik Black bebió cada gota de mi sangre por días y días. Su fuerza, siguiendo lo que todos los vampiros a mi alrededor decían, debía ser mucho más de lo que Donovan se imaginaba. Mi ansiedad no disminuiría sabiendo que estaba en una clara desventaja. Porque mientras Dominik solo descansaba bebiendo una copa de mi sangre, Donovan usaba cada pizca de su energía en encontrarme.

Yo era la pieza clave para equilibrar el juego.

Y también la pieza que podría destruirlo y reducirlo a cenizas, si así lo deseaba.

—Estoy herida —dije, en cambio. Porque Donovan jamás aceptaría morderme en estas condiciones—. Tienes que sanar mis heridas. Y solo tú puedes morderme.

—Con la magia puedes sanar —siguió en negación.

—Prefiero que lo hagas tú —insistí.

Me miró a la cara por lo que pareció una eternidad, pero terminó por asentir. Incluso si él quería negarlo, podía sentir su hambre. De seguro agotó todas sus energías en buscarme. Y ahora que me tenía frente a él, con el olor de mi sangre en el aire, no podía simplemente resistirse. No si era yo quien estaba insistiendo, poniéndome en bandeja de plata para que se diera todo un banquete.

Donovan Black (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora