Capítulo 5, parte dos: No estamos a la venta.

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No lo pensé dos veces.

Salí del bar sin siquiera dar aviso de que algo estaba pasando, apenas y dejando el delantal en algún lugar cercano a la puerta. Rick intentó preguntarme si todo estaba bien, tomándome del brazo. Ni siquiera le dije nada, pero pareció entender que algo malo estaba pasando, pues me dejó ir sin hacerme más preguntas. No tuve tiempo de agarrar el gas pimienta, ni siquiera de quitarme el uniforme.

Tenía que llegar con mis hermanos. No me llamarían si solo estuvieran jugando a las luchas. No. Algo estaba sucediendo y yo necesitaba llegar hasta ellos.

Mientras caminaba a pasos agigantados, casi corriendo, a mitad de la aterradora noche, solo pensaba y rogaba porque estuvieran bien.

Mis hermanos tenían que estar bien.

Intenté controlar mi respiración, el golpeteo de mi corazón contra mi caja torácica. El pánico se encontraba en mis venas, corriendo a través de mi sangre. Mi cabeza dolió y mis extremidades se sentían como si estuvieran congeladas, pero no me detuve.

Pasé junto a un grupo de personas, todas un poco alcoholizada y riéndose. No deberían ser mucho mayores que yo, pero se veían tan... tranquilos. Quizás su vida no lo fuera. Quizás fuera tan caótica como la mía.

Pero por un segundo, el sentimiento de la envidia llegó a mí. Yo también quería tener un grupo de amigos con los cuales solo pasar el rato. Sin tener que estar corriendo en la madrugada hacia mis hermanos, temiendo por su estado.

—Todo está bien, Juliette. Solo procura llegar rápido —murmuré para mí.

Intentaba no perder los estribos, luchar contra el nerviosismo.

Mi mundo casi se tambalea apenas vislumbré mi hogar. Mis pasos, inconscientemente, comenzaron a acelerarse, al punto de correr desesperadamente. Llegué jadeante, con mi corazón palpitando con tanta fuerza que podía sentir sus latidos en mi cabeza.

Los sonidos llegaron a mí incluso mientras aún me encontraba a un par de metros. Todo seguía igual tras aquella llamada que aún no sabía quién había realizado. Puede que incluso los gritos iracundos incrementaran. Voces desconocidas se alzaban y ni siquiera era capaz de entender lo que decían.

Abrí la puerta sin dudas, sin titubeos. No pude evitar que un jadeo se escapara de mi garganta. Impresionada, me quedé por un segundo congelada, intentando entender lo que mis ojos veían.

La sala con la que tanto cariño nuestra madre había decorado estaba hecha trizas. Las fotos enmarcadas que colgaban de la pared se encontraban en el suelo. El humilde sofá en el que nos sentábamos cada tarde a conversar se encontraba de cabeza. Los muebles rotos, la vasija destrozada. Todo estaba, roto, inservible.

¿Qué demonios estaba pasando?

—¡Suéltame!

Volví a moverme, aunque fue más por instinto que algo racional, cuando escuché a Julia gritar con pánico.

Corrí hacia el pasillo, la fuente del sonido provenía desde este lugar y temía lo que fuera a encontrarme. Si algo pasaba, no iba a perdonármelo. No, nada tenía que pasar, todos estarían bien. Sí, de seguro que todo estaba...

Lo primero que noté fue al pequeño Jake, aferrándose con ambas manos al cuerpo de Julia, incluso con unas ligeras marcas de sangre sobre su camisa. Julia lloraba y gritaba que la soltaran, adolorida y aterrorizada.

Mi hermana pequeña estaba atrapada en las manos de un tipo desconocido. Calvo, con grandes y profundas cicatrices por todo su rostro. Su cuerpo estaba repleto de tatuajes. Él le gritaba a nuestro padre que le pagara aquello que le debía, mientras otros dos hombres corpulentos lo golpeaban sin parar.

Donovan Black (En edición)Where stories live. Discover now