Maldición humana

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Sus dedos surcaban la piel de su cuello, repasando lentamente las circunferencias de marcas de dientes, los rastros de besos feroces en tonos morados verdosos adornando su blanca piel que podía cubrir con el cuello del uniforme.

Y el camino seguía por sus hombros, su pecho, su abdomen y a partir de eso no había más, todavía podía sentir el cosquilleo de los labios contrarios en su cuerpo, en sus manos que tomaba con delicadeza y repartía besos dulces y efímeros.

Pero no llegaba a más.

Solo eran besos fogozos que no cruzaban la raya, como si el tocarlo de una forma más íntima fuera un sacrilegio.

Mirándose ahí en el espejo, solo podía suspirar frustrado, abrochando los botones de su uniforme con una cara larga y amargada.

Tenía la cabeza demasiado atrofiada.

Como todas las noches la puerta de su habitación se abría con un chirrido molesto

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Como todas las noches la puerta de su habitación se abría con un chirrido molesto.

Y él fingía dormir, cubierto con las sábanas hasta la cabeza, con los ojos cerrados escuchando los pasos de la maldición en medio de la oscuridad de la pieza.

- se que estás despierto, deja de fingir.

Los resortes del colchón sonaron cuando el cuerpo del muchacho sobre la cama se giró, topándose con la maldición acunclillada a un lado de su cama, a su altura, mirándole con intensidad llevando una de sus manos a su rostro, tocándolo con cuidado, intentando no dañarlo con sus uñas, enterrando sus dedos en el esponjoso cabello negro que se desparramaba en las almohadas, como preciosos hilos de oscuridad, bellas hebras de noche sin estrellas.

Cuando se sentó en la cama todavía con la mano de Sukuna acariciándolo, las suyas propias se movieron solas, tomaron el rostro del contrario acercándolo al suyo, sosteniendo sus miradas oscurecidas por unos instantes antes de fundirse juntos, con los labios y lengua, con saliva y suspiros ahogados, con deseo y anhelo infinito.

Sukuna le empujó suavemente por los hombros, dejándolo acostado como antes, con él encima, besándolo y dándole mimos en las mejillas y cabello.

Se sentía en el cielo, en medio de blancas nubes esponjosas que hacían cosquillas en las nariz, sumergido en un hechizo de la maldición, completamente loco por estar tan emocionado por esto.

Los besos pasaron a su cuello, con lamidas obsenas en todo el largo de su nueva zona sensible, sus manos se trasladaron a su espalda, enterrando las uñas mientras jadeaba bajito, tratando de no ser oido.

Entonces cuando la mano de sukuna se metío debajo de su camiseta, decidió romper la magia.

- ¿Qué es lo que te interesa de mí realmente?

¿Qué te interesa de mí?Where stories live. Discover now