Acepta lo que sientes

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Cuando se levantó esa mañana parecía que todo había vuelto a la normalidad.

Se despertó con golpes en su pared, toques en la puerta y los estruendosos gritos de su compañero que seguramente le estaba esperando afuera. Así que, bostezando con mucha pereza, se encaminó al baño que tenía en su cuarto y se arregló, se colocó el uniforme, cubrió los moretones en su cuello con parches y salió de la habitación topándose con Itadori quien sonreía con tanta naturalidad que le sorprendía, actuaba como si nada hubiera pasado ayer.

- ¡Buenos días, Fushiguro! - saludó con entusiasmo y Megumi sonrió en cuanto Itadori corrió hasta su lado para andar juntos por el pasillo como hacían hace tanto tiempo, cuando la monotonía regía sus vidas antes de que su mundo estalle.

- ¿A donde tenemos que ir? - preguntó, saliendo de la habitaciones hacia el exterior, anduvieron por el patio con tranquilidad hasta que Itadori resopló y dejó de caminar, Fushiguro se giró entreabriendo los labios con confusión mirando con una ceja alzada la expresión seria de Yuuji.

- Tenemos que ir.. - suspiró, mirando al piso con remordimiento y culpabilidad jugando con las hojas debajo de sus zapatos rojos algo gastados con incomodidad - Tenemos que ir a Shibuya.

Megumi se quedó perplejo ante ello, su cuerpo entero se estremeció y sus ojos tilitaron con miedo, con profundo dolor y culpa. Sus puños se apretaron con fuerza e intentó tragar el repulsivo sentimiemto que se le atoró en la garganta para tratar de recomponerse y levantar la mirada.

- Vamos entonces - respondió a lo que el castaño asintió con rígidez y avanzó a su lado. Caminaron en silencio dirigiéndose hacia el portón de la academia, dispuestos a cumplir con su misión.

Y ambos iban encaminándose a un lugar que; despertaba tantas cosas, representaba tanto dolor y arrepentimientos que no podían sentirse tranquilos, pero al parecer debían afrontar en este momento.

Shibuya era un infierno frío

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Shibuya era un infierno frío.

La situación de Tokyo, la antigua ciudad que vivía iluminada de luces neón, anuncios brillantes, puestos ambulantes, el tráfico lleno de la contaminación acústica y los semáforos, el montón de personas circulando en cada parte de las calles de la ciudad nipona ahora vivían en la sombría y asfixiante soledad y silencio.

El incidente que azotó la nación fue encubierto como un ataque terrorista de grandes proporciones, y fue el tema principal en noticias y períodicos locales por mucho tiempo. La taza de muertos y desaparecidos seguía en constante aumento por el surgimiento de maldiciones que el poco personal capacitado que había quedado en pie después de todo el desastre apenas y podían manejar, por lo que mucha gente tomó la decisión de escapar del hepicentro del ataque huyendo a las ciudades vecinas y comunidades rurales para resguardarse de los desastres futuros que estaban poniendo nerviosos a todos en el país.

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