Volvamos a casa

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Pasaron muchos meses después de convertirse oficialmente en un Zen'in.

No pudo quedarse en la residencia principal porque Naobito quería esconderlo lo suficientemente bien para que nadie lo pueda encontrar  y por el hecho de que hubo muchos hechiceros del clan que se opusieron a la decisión del líder de nombrarlo su heredero, el futuro cabeza de familia de los Zen'in, sobre todo Naoya quien en su corta estadía en la residencia principal le transmitió su odio e incluso intento matarlo. Asi que lo habían mandado a una pequeña casa en Kyoto, con un montón de hechiceros que lo vigilaban día y noche, le traían textos y pergaminos pertenecientes a la familia y Naobito venía a enseñarle de vez en cuando junto con otros hechiceros de completa confianza del anciano, ya que por boca del mismo Naobito, Naoya deseaba encontrarlo y matarlo.

Sus días se habían resumido en solo entrenar, ser golpeado y vivir encerrado, saliendo de vez en cuando al patio pequeño y caminando, solo mirando los pájaros volar y jugando con las plantas. Solo. Pero con un montón de ojos puestos en él.

La soledad a la que tanto le temía le atacaba a cada momento, cuando estaba descansando, cuando leí los interminables pergaminos llenos de hechizos y técnicas que no sabía que existían, cuando dormía, cuando lloraba. Lo único que le tenía tranquilo era saber que Yuuji y Sukuna estarían bien, pero imaginarlos a ambos desesperados por saber donde esta le apretaba el pecho.

El tiempo que había estado en medio de esa habitación ahogándose en lágrimas de sal pudo poner en orden sus sentimientos, darse cuenta de las llamaradas que consumían todo su ser cuando de Sukuna se trataba, cuando Sukuna le tocaba. Aunque hubiera deseado no hacerlo.

Realmente no quería darse cuenta de todo lo que ocurría en su corazón, de como se agitaba como loco cuando pensaba en él, de como se ponía nervioso de solo recordar todo lo que habían hecho, por las noches en medio de la habitación solitaria con los rayos de luna entrando por la puerta Shoji, debajo de las mantas del futón entre el calor y suspiros ahogados con su recuerdo latente en su mente y corazón, en su piel, en esas manos de uñas largas y marcas negruscas que delineaban cada pedazo de su ser.

Anhelando a la maldición, que este a su lado, que le sostenga y le abraze, le mime, le bese, le acaricie el cabello, la espalda, las piernas, que le muerda el cuello, le bese las mejillas y la frente demostrándole todo el amor que Sukuna negaba sentir por él.

Era tan incorrecto que se sienta asi por una maldición, de entre todos los seres existentes en la tierra, su amor y anhelo de cariño había sido direccionado a uno de los seres a los que de niño le temió. Cuando era un niño el ver a esos seres arrastrándose por todos lados, enfocando sus ojos en él, ensanchando esas sonrisas siniestras, plagando el aire de esa densidad abrumadora y putrefacta le causaba un miedo indescriptible, pasaron muchos años en los que pensó que enloquecía porque parecía que nadie más podía verlas, ni siquiera Tsumikia que, cuando el lloraba y gritaba cuando veía a esos monstruos arrastrándose por la pared de su habitación, le abrazaba repartiendo besos dulces, caricias y bonitas palabras que prometían que no había nada allí, que nada le haría daño porque lo que veía no era real.

Y cuando llegó Satoru la mentira de que esas criaturas no existían se rompió, descubrió que eran reales y que, en efecto, serían capaz de matarlo. Se convirtió en hechicero movido por la responsabilidad que recaía en sus hombros al ser de la mínoria que podía verlas, y cuando Tsumiki fue maldecida le pusó más empeño a ser un hechicero, a volverse fuerte para descubrir que le paso exactamente.

Y cuando llegó Itadori, él le enseño que existían personas en el mundo a las que él deseaba salvar, que existían personas buenas, iguales a su hermana, personas por las que valía la pena jugarse la vida.
Y Sukuna, le enseñó su fuerza, su valor como hechicero, de lo que era capaz y que no debía limitarse a explotar su potencial.

¿Qué te interesa de mí?Where stories live. Discover now