Decisión correcta

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Lo primero que deseo hacer cuando bajó del tren con sus maletas a los lados fue esconderse, huir, hacer como si ese trío de relajosos que estaban entre la multitud con carteles que tenían escrito su nombre en letras mal hechas y patulecas no eran nada suyo, como si no los conocía.

Escuchaba los gritos de sus compañeros y su maestro llamándolo con entusiasmo e intentó ignorarlos bajando su cabeza con vergüenza y caminando a paso rápido para finalmente salir de la estación, casi estaba corriendo cuando sintió el enorme peso de esos tres tirársele encima, por poco y los cuatro caían al piso aumentando el bochorno que estaba sintiendo el pelinegro pero pudo mantenerse en pie ahora con las voces estruendosas justo en su oído, con las manos que lo apretujaban y le dejaban sin aire, con esos tres idiotas aferrados a él como si fueran unos koalas enormes.

- ¡YA SUÉLTENME, ME ESTÁN AHOGANDO! - gritó, y a regañadientes le soltaron. Fushiguro se arregló su ropa y avanzó con sus maletas siendo seguido por sus compañeros que le iban preguntando un montón de cosas sobre su estadía en Kyoto, si compró recuerdos, si la comida era buena. Al par de idiotas se les había olvidado que él no fue a Kyoto por turismo exactamente.

- ¿No me compraste ni siquiera un caramelito? - preguntó la chica tomando la manga de su chaqueta
- eres tan malo, Fushiguro. Un mezquino, un egoísta. ¿Tanto te costo traernos algo a Itadori y a mí?

- No fui a vacacionar, Kugisaki - la castaña le soltó y salieron de la estación quedándose en el área para tomar un taxi - estaba muy ocupado.

La chica continuó molestándolo hasta que un taxi se paró frente a ellos, Gojo le dió la dirección al chófer, Itadori le ayudó poniendo las maletas en la cajuela y los cuatro se metieron al vehículo. El viaje en taxi no duró tanto, cuando menos lo notaron las instalaciones de escuela de hechicería ya estaba frente a ellos y Megumi, quien no había estado ahí en mucho tiempo, sonrío sientiéndose finalmente en casa.

- ¡Gojou- sensei paga! - gritaron los tres alumnos de primero y salieron lo más rápido que pudieron del vehículo amarillo dejando al adulto quien se quejaba mientras sacaba su billetera para pagar al taxista.

Los tres chicos rieron y avanzaron por el camino lleno de árboles que guiaba hacia el interior de la academia. Megumi miraba todo con atención, el diseño antiguo que hacía parecer a su escuela una academia religiosa privada, las áreas verdes poco comunes en el paisaje citadino de Tokyo, a sus amigos que conversaban tranquilos y felices intentando integrarlo en la conversación aun si sabían que Fushiguro no era una persona de muchas palabras.

Cuando llegaron al portón Kugisaki le comentó que iba a despedirse de Maki una última vez antes de que ella se vaya a Kyoto por un tiempo, como la nueva líder iba a permanecer unas semanas junto con Mai ordenando todo.

- La suerte es que Maki no piensa quedarse allá con toda esa gente que la humilló - la castaña chasqueó la lengua, a ella siempre le enojaba la gente que despreciaba a Maki por su nula energía maldita. - No entiendo porque tú te quedaste tanto tiempo en ese lugar.

- Tenía cosas que hacer - se limitó a responder desviando su mirada apretando las correas del bolso que llevaba colgado en su hombro.
- Es bueno que Maki no quiera quedarse allí, espero que pueda seguir asistiendo a la academia.

Nobara asintió sin decir más y se despidió de sus compañeros y profesor agitando su mano de un lado para otro hasta finalmente desaparecer con su correteo a la habitación de la mayor. Fue entonces cuando Megumi se giró, encarando a los dos hombres con su expresión seria habitual.

- ¿ocurre algo, Fushiguro? - preguntó el castaño, visiblemente preocupado. Megumi mordió su labio. Estaba demasiado nervioso.

- Tengo que hablar con los dos - dijo- ¿podemos hacerlo ahora?

¿Qué te interesa de mí?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora