Capítulo 21

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Con un suspiro cansado, Silwen dejó caer sus piernas en el borde de la alta estructura

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Con un suspiro cansado, Silwen dejó caer sus piernas en el borde de la alta estructura. En un desierto pasillo de Caras Galadhon, la elfa retenía con fuerza las lágrimas en sus ojos. Mirando el horizonte, buscando llegar más allá de lo que su vista le permitía, deseó contemplar el Oeste con sus propios ojos. Allí donde su padre residía, en Aman, donde las aguas reflejaban la bendición de Eru, donde la muerte no osaba corromperlos con su tacto cruel. Era allí donde residía y residió siempre, el corazón de Silwen. 

Adar... (padre)—musitó con anhelo. La simple mención de su padre volvía algo más real su existencia.— Naneth... (madre)—apretó su mandíbula con fuerza, pues no deseaba derramar más lágrimas, pues ninguna de estas los haría regresar a su lado— ¿Cuál fue ese tortuoso camino, ese que emprendisteis y terminó por condenarme a esta agonía? —y aunque le fuera imposible culparlos por su condena, no podía sino preguntarse porqué ella y no otro, debía cargar con ese peso. Qué había causado tal odio en Morgoth, como para condenar a su padre y a su primogénita.

Y entonces, no pudo sino recordar su reciente y último encuentro con la dama. Uno, donde la presencia de Legolas había desaparecido, y donde únicamente se hallaban ella y Galadriel. Allí, ambas una frente a la otra, las separaba una pequeña y baja estructura de decorados en piedra. Su altura alcanzaba la cintura de ambas elfas y un cuenco de plata brillante era lo que se podía ver en su centro.

— ¿Qué es? — mordió su labio inferior reteniendo sus ganas de palpar aquella agua cristalina que comenzaba a rebosar del cuenco. 

Galadriel cesó su acción tras terminar por vaciar la jarra frente a ambas y sonrió.

— Un espejo. —contestó con simpleza y cierto tono divertido. Con ello la dama consiguió que Silwen destensara sus rígidos hombros y su postura, pues parecía estar a punto de entrar en batalla.

— ¿Solo eso? — alzó una de sus blancas cejas con incredulidad y dejó de buscar la empuñadura de su arma como siempre hacía cuando algo comenzaba a perturbar su paz.

Galadriel asintió y tras dejar la reluciente jarra a un lado, terminó por empujar son sutileza a Silwen. Unos cortos pasos fueron necesarios para que las cenicientas hebras de la elfa, estuvieran rozando el mármol y la plata de aquel cuenco. 

— Muchas cosas pueden ser reveladas por el espejo.—habló la dama quedando ahora a su espalda— Puedo o no guiarlo para que te muestre lo que anhelas. —Silwen sintió sus pasos detrás de ella, y como las briznas de hierba rozaban contra la seda de su vestido al andar— Pero el espejo muestra también cosas que no se le piden y estas son a menudo más extravías y más provechosas que aquellas que deseamos ver. —Silwen asintió ligeramente y tras ver como de reojo la figura de Galadriel volvía a posicionarse frente a ella, despegó sus vista de la mansa agua cristalina, para ver los orbes celestes de la dama— Lo que verás, si dejas en libertad al espejo, no puedo decirlo.— volvió a asentir, sin tener la capacidad de abrir su boca más que para dejar escapar los jadeos retenidos— Pues muestra cosas que fueron y cosas que son y cosas que quizá serán. Pero lo que ve, ni siquiera el más sabio puede decirlo. —la mirada de Galadriel era indescifrable para los ojos inexpertos, pero por alguna confusa y extraña razón, Silwen vio la calidez que estos emanaban con facilidad, así como el ferviente deseo de que ella recuperara al fin su memoria— ¿Deseas mirar?— preguntó ladeando su cabeza y entrecerrando sus ojos hacia la diminuta e indefensa elfa, que a pesar de su cicatriz, no podía ser sino más pura y frágil que una flor entre la escarcha.

✓ DAMA DE PLATA ⎯⎯  ʟᴇɢᴏʟᴀꜱWhere stories live. Discover now