Capítulo 15

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Silwen ya no se encontraba frente a sus tres compañeros, pues sus ojos tan solo veían figuras difusas que se entremezclaban entre ellas, confundiendo a amigo y enemigo

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Silwen ya no se encontraba frente a sus tres compañeros, pues sus ojos tan solo veían figuras difusas que se entremezclaban entre ellas, confundiendo a amigo y enemigo. Embistió contra un colosal cuerpo, haciendo bailar su espada con movimientos frenéticos. Ágiles y raudos, un torrente de cortes caían sobre tantos cuerpos orcos, que ni siquiera alcanzaban a ver a quien les había dado muerte. Cada alma segada, aumentaba el control que Seregmor poseía sobre su cuerpo y mente. El fuego estalló en la negra hoja, brillando sus runas en su filo. Marcadas en un intenso fuego, incandescentes resplandecían como lava de Mordor. 

Sus compañeros se encontraban demasiado atareados resistiendo contra el sinfín de orcos, como para percatarse del drástico cambio en la actitud de Silwen. Ella golpeó, esquivó y marcó sus cuerpos con acero, uno a uno caían bajo el poder de su hoja. Bestias presas de la misma oscuridad que la poseía a ella ahora. Silwen pronto ya no supo el porqué luchaba en aquella disputa, con movimientos estudiados y mecánicos, movía la espada que formaba parte de su cuerpo. Más allá de que Seregmor tenía un irrompible vínculo con su alma, el cuerpo de Silwen era el que ahora se dejaba dominar también sin ninguna oposición. Un lúgubre velo cubría sus pensamientos racionales, empujándola a ansiar un cruel poder.  No jadeaba, y ninguna gota de sudor caía de su frente empalidecida. La vida y la muerte palpitaban bajo su piel. Una sangre oscura bombeaba en su corazón. Negros como el carbón eran los orbes de Silwen, noche sin estrellas, ya no había luna que la iluminara. 

Legolas resopló al ver como ya tan solo quedaba un orco con vida. Veía la espalda de Silwen tensarse cuando, de un tajo, terminó con la vida de este. La fétida sangre de la bestia salpicó contra la mortecina piel de ella. El salvajismo de Silwen había sido tal, que no había centímetro de su piel no cubierto por aquel líquido negruzco. Tambaleante, Silwen contempló con disgusto como no quedaba ya bestia en pie. Irritada y sin volver su espalda a aquellas tres figuras que ya no distinguía como aliados, se aproximó hasta un agonizante orco tumbado sobre otro cuerpo de uno de los de su raza. Caminó escrutándolo con desprecio, dejando que la punta de su espada, cortara el pasto teñido por la lucha. Deslizó su hoja por la húmeda tierra hasta que alcanzó finalmente su objetivo. Cuando el moribundo orco encontró los vacíos ojos de Silwen, no pudo más que sentir un pavor desconocido invadir cada resquicio de su cuerpo. Intentó alejarse de ella desesperadamente, incapaz de alzarse, retrocedió con el cuerpo tendido en el pasto, con los ojos aún clavados en la negra espada que se cernía sobre él. Aquella elfa albergaba la mayor oscuridad que jamás había presenciado. Seregmor clamaba sangre, y sedienta de esta, Silwen sucumbió a su petición golpeando al orco repetidas veces.

Con una expresión irreconocible, sus ojos escupieron una furia estremecedora. Con el negro de sus pupilas fusionado con el ahora también azabache de sus orbes, observó la atroz imagen que era el orco frente a ella. Ladeando su cabeza escudriñó su estático pecho. Realmente ya no había orco con vida entre aquellos árboles. Empapada de una espesa sangre, encontró que era hora de enfrentarse a quien tenía tras ella. 

✓ DAMA DE PLATA ⎯⎯  ʟᴇɢᴏʟᴀꜱWhere stories live. Discover now