epílogo

980 115 28
                                    

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

El cielo era estrellado e infinito, convirtiéndose en el techo de aquellas estancias que no pisaba por vez primera

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

El cielo era estrellado e infinito, convirtiéndose en el techo de aquellas estancias que no pisaba por vez primera. El suelo se asemejaba etéreo con cada paso, como si caminara por un todo inexistente. Silwen tomó una respiración profunda. Su cuerpo no se encontraba exhausto, ni hallaba dolor o sufrimiento en su alma. Experimentó una calma que llegaba a ser irritante, pues había dejado atrás a Legolas y, aunque anhelaba fervientemente derramar una lágrima, una tan sola, no pudo. No pudo llorar cuando era, en la muerte, donde encontraba al fin alivio. 

Había dejado a sus espaldas un sinfín de aventuras no vividas, de emociones desconocidas, no obstante, al fin y al cabo dejaba también un tortuoso pasado.

La luz de las estrellas delinearon la silueta de Mandos en su trono, su figura imponente no se perturbó ni un ápice al contemplarla. Silwen se inclinó ante él, como hizo antaño, mas esta vez conocía todo cuando la había llevado a aquel funesto destino. Su nombre, su familia, y la bendición de los Valar en su alma.

— Regresáis por vuestro propio pie a mi reino. —habló con una voz que surgía desde las mismas profundidades de Arda. Silwen detectó en ella un atisbo de incredulidad, pues quizás ningún ser antes había retornado a las estancias por propia voluntad. ¿Pues qué alma insensata desearía algo así?— ¿Qué haré con vos ahora, princesa?

— Merezco lo mismo que otros en mi lugar obtuvieron. —se atrevió a mirarlo entre sus níveas pestañas, con cierto temor a su sentencia— Poned en mí lo que encontréis justo.

El Valar torció su cabeza ante el aleteo de un ave, y conocedor de lo que acontecía, le regresó la mirada a la elfa bajo su trono, ínfima en comparación a su presencia.

— Nada merecéis más que disculpas. —Manwë retiró con parsimonia una pluma celeste de su túnica— El perdón de todo aquel que tuvo al alcance la maldad de Melkor, mas decidió no hacer nada contra él.

Silwen, impetuosa, respondió con los labios apretados:

— No, mi señor, no hay perdón que desee. —puso las manos tras la espalda y, para su propio asombro, se encontró a sí misma en una postura regia— He derramado sangre, he actuado en pos de la venganza de Sauron, en su beneficio. —escupió horrorizada— Cientos de vidas fueron segadas para que la mía subsista, nada regresará esas almas a la tierra, por lo que... —carraspeó ante la afable mirada de Manwë— Por lo que considero correcto un destino semejante al que he causado. —concluyó posando la mirada en Mandos, quien no había mostrado el más mínimo signo de perturbación.

✓ DAMA DE PLATA ⎯⎯  ʟᴇɢᴏʟᴀꜱWhere stories live. Discover now