Capítulo 5

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Al amanecer, Silwen recibió los primeros rayos de luz a través del ventanal en su habitación

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Al amanecer, Silwen recibió los primeros rayos de luz a través del ventanal en su habitación. Bajó al piso inferior de la Casa de Huéspedes tras darse un merecido baño, y desayunó junto a los jinetes rohirrim en silencio. Sus ropas estaban de nuevo limpias y su cenicienta capa la cubría mientras paseaba entre los anillos de Minas Tirith. Las callejuelas se enredaban de forma laberíntica y la vanyar sonreía cada vez que un niño correteaba a su lado adentrándose más en la ciudad. Se respiraba tranquilidad y los serenos rostros de los hombres le infundian una placentera paz a su alma. Sus pasos la llevaron inconscientemente a una pequeña plaza junto a un manantial. Un joven árbol blanco se alzaba en el centro majestuoso. Sus hojas brillaban con la misma intensidad que su blanquecino pelo tras la capa.

— Es el cuarto Árbol Blanco que se alza en esta plaza. —habló una agradable voz a su lado. Silwen se giró para poner rostro a la desconocida. Una hermosa elfa de cabellos negros y delicadas facciones, se situaba a su costado con una ligera sonrisa en sus labios— Aragorn me ha hablado de vos y de vuestra proeza en la disputa con los orcos ayer. Desgraciadamente, un hombre pereció en la batalla ¿no es así? —cuestionó observando a Silwen directamente hacia sus ocultos ojos.

— Así es... —habló incitando a la desconocida a revelar su identidad. Ella sonrió, pues esperaba que aquella encapuchada la reconociera, pero no fue así.

— Mi nombre es Arwen, soy la esposa de Aragorn. —Silwen se sintió palidecer, de nuevo estaba ante la nobleza y su falta de conocimiento la dejaba en evidencia. Maldijo por que sus únicos saberes sobre la Tierra Media fueran de contenido bélico y no sobre familias reales y nobles de su propia raza.

— Lamento no haberos reconocido mi señora. —hizo una sofisticada reverencia llevando una mano a su pecho. Arwen sonrió tiernamente y aceptó su gesto con un movimiento de cabeza.

— No hace falta que os disculpéis, querida. —Silwen se sorprendió por que fuera conocedora al menos de su sexo. Seguramente Éomer no pudo contener su lengua, pero eso a la vanyar no le importaba. Había confiado en aquel mortal ciegamente y si este creía menester revelar su identidad a sus aliados, Silwen lo aceptaría de buen grado. Las noticias no tardarían en llegar a oídos de su hermano y la elfa esperaba, que para ese entonces, sus conocimientos por el mal del norte fueran mayores. El viento había cambiado su rumbo, llevándola hacia el sur, y si había algo en lo que jamás dudaba Silwen, era en la sabiduría de este— Y decidme ¿cuál es vuestro nombre? Me temo que eso es algo que aún desconozco de vos.

— Silwen. —respondió rápidamente. Se sentía ligeramente desconcertada por la presencia de la dama elfa. Desconocía el rumbo de aquella conversación y la vanyar odiaba perder el control. Necesitaba mantenerse al mando siempre y más aún en escenarios donde su espada no podía defenderla, sino su elocuencia. Pero Arda parecía estar en su contra, empujándola a vergonzosas circunstancias donde se veía indefensa. La batalla y las disputas eran lugares mucho más familiares y seguros para Silwen.

✓ DAMA DE PLATA ⎯⎯  ʟᴇɢᴏʟᴀꜱWhere stories live. Discover now