«¡Un ejército aqueo tal y tan grande hacer una guerra vana e ineficaz!»

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Homero. Ilíada. CANTO II.


Las paredes desangeladas del despacho del jefe de la policía de Atlanta me dieron la bienvenida en cuanto accedí a la pequeña sala. Un señor de no más de cincuenta años se encontraba sentado al otro lado de la mesa de despacho. Había dos sillas frente a él, en las que me invitó a tomar asiento.

—¿Va a explicarme, por fin, para qué me ha hecho llamar, Tomson? —pregunté mientras me sentaba. 

El agente Tomson fue el encargado de darme la noticia del fallecimiento de mi hermano Adrien, así que podría decirse que nos conocíamos mejor de lo que me gustaría.

—Siento haberla molestado, señorita Argyropoulos.

—¿Es por mi hermano? —pregunté sin miramientos.

Desde que supe que Adrien conocía al chico de la discoteca, la posibilidad de que se hubiese suicidado me parecía inaceptable. El problema era que no podía presentarme en la comisaría con una acusación vacía, hacia un chico que ni siquiera conocía, basada en meras suposiciones. Me tildarían de desesperada y neurótica, y no era para menos.

—No, señorita. Lo cierto es que es por su jefe.

Sus palabras acabaron con mi diatriba mental.

—¿Mi jefe? —inquirí, confundida.

—Su exjefe, en realidad.

Mi rostro se contrajo en una mueca de desconcierto.

—¿Qué ocurre con él?

El jefe de policía humedeció sus labios antes de hablar:

—Hemos hallado su cuerpo sin vida esta mañana.

Exhalé con fuerza. No era capaz de decir nada. Yo había hablado con Sanders hacía apenas unos días.

No podía estar muerto.

—Pero... ¿Cómo? 

—Seguimos investigándolo. —Tomson ojeó una carpeta que reposaba abierta sobre la mesa—. Según nuestros agentes, el señor Sanders la llamó hace un par de días y estuvieron varios minutos conversando. ¿Podría decirme de qué hablaron?

—¿Esto es un interrogatorio? Porque, en ese caso, deseo llamar a mi abogado. Conozco mis derechos.

La luz de la mañana se filtraba a través de una de las ventanas del despacho, iluminando parcialmente el rostro del jefe de policía.

—Por supuesto que no; puede estar tranquila. Solo queremos reconstruir los hechos para tratar de arrojar luz sobre el caso. ¿De qué hablaron?

—Lo siento, pero no entiendo en qué términos esa llamada podría favorecer a la investigación, la verdad.

El hombre suspiró, posiblemente tratando de armarse de paciencia. Lo que él desconocía era que, ni con toda la paciencia del mundo, conseguiría que compartiese nada de aquella conversación.

—Creemos que alguien más está implicado en su muerte.

Por supuesto que alguien más lo estaba. El señor Sanders, al igual que mi hermano, jamás acabaría con su vida.

Todos sabíamos los riesgos que nuestro trabajo entrañaba y los aceptamos cuando firmamos aquel contrato. Lo que ninguno esperábamos era que lo ocurrido en las últimas semanas.

É R I D E [PÓLEMOS #1] | TERMINADAWhere stories live. Discover now