«¡Tú, prepotente batidor de la tierra, qué palabras proferiste!»

137 29 4
                                    

Homero. Ilíada. CANTO VII.

Los transeúntes pasaban junto a nosotros tres, completamente ajenos a la presencia de dos de los dioses más importantes del panteón griego. Los nervios me obligaban a juguetear con mis manos de manera inconsciente a medida que avanzábamos, y es que esa era la primera vez, desde que toda aquella locura comenzó, que mis protectores me permitían volver a mi hogar. Mis constantes —e intensos— ruegos habían dado finalmente resultado, de manera que Apolo y Diane accedieron a acompañarme a mi apartamento, aquel que llevaba sin pisar desde mi encuentro con Eneas, príncipe troyano y héroe de la guerra de Troya. O, por lo menos, esa era la información que mi amiga se había dignado a facilitarme. Eso y que era hijo de la diosa Afrodita y Anquises, descendiente de la raza de Dárdano, de quien la diosa se enamoró y con quien yació tras disfrazarse de princesa frigia. Según me contó, Eneas consiguió escapar tras la caída de la ciudad, llevándose a su padre y a su hijo Ascanio consigo, con destino a la futura ciudad de Roma. A su muerte, fue deificado y recibió culto bajo el nombre romano de Júpiter Indiges, lo que explicaría que, milenios más tarde, continuase con vida.

A pesar de todos esos datos insustanciales, no había resuelto mis verdaderas dudas: ¿qué tenía él que ver conmigo? Por la manera en que se dirigió a mí la noche en que mató a aquel daimon, sabía quien era yo. Nadie trata a un desconocido de esa manera. Era lo suficiente inteligente como para reconocer el anhelo y el cariño que transmitía su mirada. Para Diane, por el contrario, eso eran minucias y elucubraciones mías, pero la conocía y sabía que estaba ocultándome algo. Estaba segura de ello, no solo por nuestros años de amistad, sino por la mirada significativa que le dedicó a su gemelo cuando formulé aquella pregunta en voz alta. Sus rictus se contrajeron en una mueca extraña, como si la simple idea de contestarme les doliese. No un dolor emocional, no, sino físico. Como si estuviesen físicamente incapacitados para responderme.

Alguien tironeó de mí hacia atrás, impidiendo que cruzase a la acera de enfrente. Bajé la vista hasta el punto exacto en el que los dedos de Apolo se cerraban firmes sobre mi muñeca. El dios señaló el semáforo que se alzaba sobre nuestras cabezas, cuya luz roja indicaba que los peatones debían esperar. Iba tan sumida en mis pensamientos que ni me había percatado.

—¿Estás bien? —preguntó Diane en voz baja. ¿Lo estaba? Asentí sin pensar mucho en la respuesta—. ¿Segura?

Su insistencia me obligó a mirarla a la cara. Las luces de la ciudad se reflejaban en su rostro, afinando sus facciones y dotándola de un aspecto divino. Diane era, al igual que sus hermanos, demasiado atractiva. Mi amiga alzó las cejas ante mi escrutinio, obligándome a responder:

—Segura —mentí.

Habíamos recorrido ese mismo trayecto juntas miles de veces, pero no éramos las mismas. Semanas atrás habríamos ido riendo y charlando de cosas banales, incluso estúpidas, a sabiendas de que Adrien, Lizzy y Mel estarían esperándonos en mi casa, donde habríamos tardado horas en elegir una película que ignorar mientras cenábamos. En ese momento, por el contrario, íbamos en riguroso silencio y la presencia del trío estaba siendo suplida por Apolo, quien estaba más pendiente de cualquier posible amenaza que de nosotras dos. En cuanto a Diane, no quedaba nada de su típica actitud risueña, siendo evidencia de ello la manera en que se tensaba cuando alguien se acercaba peligrosamente a nosotros.

Los hermanos iban vestidos de manera informal y no había signo alguno de que fuesen armados. A simple vista, éramos ciudadanos normales que paseaban por la ciudad, pero yo sabía que no era cierto. Apolo y Diane, a pesar de su apariencia mortal, podrían matar a cualquiera de aquellas personas en menos de un parpadeo. El mero pensamiento me erizó la piel, por lo que traté de relegarlo a lo más profundo de mi cerebro.

É R I D E [PÓLEMOS #1] | TERMINADAWhere stories live. Discover now