«¡Sol, que todo lo ves y todo lo oyes!»

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Homero. Ilíada. CANTO III.

Mi amiga escrutó la calle contigua bajo mi mirada estupefacta. Su cuerpo presionaba el mío con fuerza contra la pared del edificio que había a mis espaldas, protegiéndonos de las miradas indiscretas de los transeúntes.

—¿Qué...?

Mel colocó su mano sobre mi boca, haciendo que la parte posterior de mi cabeza golpease contra el muro. Inmediatamente después, llevó un dedo a sus labios, pidiéndome que guardase silencio.

Asentí despacio, lo que motivó que retirase la mano.

Mis ojos recorrieron el rostro de mi amiga de manera frenética en un intento de saber qué estaba ocurriendo, pero ella seguía concentrada en la calle. Me dedicó un breve vistazo antes de alejarse unos centímetros para llevar una de sus manos hacia el bolsillo trasero de sus pantalones. El movimiento provocó que su chaqueta se alzase unos centímetros por encima de la cinturilla del vaquero, dejando a la vista un instrumento metálico que llevaba colgado del cinturón.

Creí que los ojos se me saldrían de las cuencas al comprender lo que era.

—¿Eso es un cuchillo? —siseé con voz chillona a causa de la sorpresa —. ¿Qué está pasando, Mel?

Presionó mi pecho con fuerza, devolviéndome a la oscuridad del callejón.

—Ahora no, Soph —contestó sin inmutarse y deslizó el pulgar sobre la pantalla táctil del teléfono que había sacado del bolsillo—. Y no es un «cuchillo» —añadió ofendida—, es un kopis*. 

—¿Qué...?

Interrumpió cualquier cuestionamiento con una mirada severa al tiempo que colocaba el teléfono en su oreja.

 —¿Lizzy? —inquirió. Abrí la boca para volver a preguntar, pero Mel alzó la mano para indicarme que guardase silencio—. La he encontrado. Estamos en Midtown. —Echó un vistazo en mi dirección antes de añadir—: Está de una pieza, sí; sana y salva. Te he mandado la ubicación. Avisa al resto.

Colgó sin despedirse.

—¿Qué está ocurriendo? —pregunté nuevamente tras un breve silencio—. ¿Cómo me has encontrado?

Mel miró por última vez hacia la calle y, cuando determinó que estábamos fuera de peligro, concentró su atención en mí.

—Sabíamos que estabas en peligro —contestó con un encogimiento de hombros—. ¿Qué ha pasado?

No sabía con certeza cuál era el grado de confusión que podía manifestarse a través de la expresión facial humana, pero estaba segura de que no debía ser muy diferente a la que denotaba mi rostro. A pesar de ello, encontré la fortaleza para preguntar:

—¿Cómo sabes que ha pasado algo?

Conocía a Mel desde hacía años. Era una de mis mejores amigas, pero no podía confiar ciegamente en nadie. No tras el asesinato de mi hermano y del señor Sanders. Y mucho menos después de lo que había visto hacia apenas una hora atrás en mi apartamento.

—Sé muchas cosas, Soph —respondió con una sonrisa—. Lo que tú necesitas saber es que puedes confiar en mí. Estoy contigo —atajó—. Y, definitivamente, no soy quien quiere matarte.

El aire abandonó mis pulmones con una exhalación.

—¿Cómo sabes eso?

Una sonrisa enigmática se dibujo en sus labios:

—Ya te lo he dicho: sé muchas cosas.

Estaba a punto de preguntar por qué no se dejaba de tanto secretismo cuando otra persona irrumpió a la carrera en la callejuela. La iluminación de la calle recortó su silueta, dándole un aspecto casi divino, como si se tratase de una especie de aparición celestial.

É R I D E [PÓLEMOS #1] | TERMINADAWhere stories live. Discover now