«Esta noche se decidirá la ruina o la salvación del ejército»

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Homero. Ilíada. CANTO IX.

Sonreí a la pantalla con afecto. Tras ella había cuatro personas devolviéndome el gesto: mis padres y dos de mis mejores amigas. Mel pasaba ambos brazos sobre los hombros de mis progenitores, cuyos ojos habían comenzado a recobrar el brillo dicharachero perdido tras el fallecimiento de Adrien, al tiempo que Lizzy sostenía su teléfono en alto para que yo pudiese apreciar la escena. Tras ellos se alzaba, con su característica majestuosidad, la Torre Eiffel bajo el sol del mediodía.

Durante mi conversación con Diane solo tuve dos requerimientos inquebrantables. Uno de ellos fue, por supuesto, la protección de mi familia. Sabía, por palabras de mi amiga, que estos estaban bajo vigilancia exhaustiva, pero, tras lo ocurrido con Adrien, no me era suficiente. Necesitaba contar con la tranquilidad de saber que alguien conviviría con ellos a diario, asegurándose de su seguridad. Y qué mejor que dos de las Amazonas más feroces de la mitología. Solo fue necesaria una brevísima llamada a la pareja para que ambas se ofreciesen gustosas a desempeñar la tarea. En menos de veinticuatro horas se encontraban embarcando en el avión con rumbo a mi ciudad natal. Alesandro y Ágata, acostumbrados a nuestras visitas periódicas, recibieron gustosos la noticia y no dudaron en acoger a mis amigas en el que había sido mi hogar.

—Mandadme muchas fotos —exclamé. Me llevé una de las manos a la boca y les lancé varios besos al aire. Alcé la vista, apartándola del ordenador, en el momento en el que Apolo cruzó la puerta que daba al salón en el que me encontraba—. Pasadlo muy bien. ¡Os quiero!

Lizzy me devolvió el gesto antes de cortar la comunicación. Me quedé varios segundos mirando mi propio reflejo sobre la superficie acristalada, permitiéndome apreciar mi aspecto desaliñado. Trataba de convencerme de que este estaba directamente relacionado con mi cautiverio, pero, en realidad, era una proyección de mi estado de ánimo.

Aparté ese pensamiento de mi mente y me concentré en Apolo, quien se había dejado caer en el sofá con su desgana habitual. El dios se encontraba de espaldas a mí, por lo que, debido al respaldo del mueble, solo era capaz de verle los rizos que despuntaban, rebeldes, por encima de los almohadones.

—¿Quieres que pidamos algo para cenar? —inquirí con aire distraído. Diane no había llegado aún de la clínica y yo ya me moría de hambre. El problema era que ni Apolo ni yo éramos muy dados al arte de la cocina—. Tu hermana no tardará en llegar. 

Me puse en pie y recogí mis cosas para poder despejar la mesa. Al concluir, me di cuenta de que el dios seguía sin mostrar signos de haberme oído.

»—¿Apolo? —Nadie respondió. Rodeé el sofá que nos separaba y le miré, esperando encontrar algo que explicase su falta de respuesta, pero no hallé nada significativo. Al parecer había decidido desoírme deliberadamente—. ¿Me estás ignorando?

Los músculos de su mandíbula se tensaron cuando apretó los dientes, pero continuó con la vista fija en la pantalla, como si esta le hubiese abducido. Esperé pacientemente por una reacción que nunca llegó.

»—¿Pero se puede saber qué demonios te pasa?

De dos zancadas llegué hasta él y le arrebaté el mando de las manos para apagar el aparato. El dios se levantó como un resorte, enfrentándome finalmente. Tuve que inclinar la cabeza ligeramente hacia atrás para mantener el contacto visual, debido a la cercanía entre ambos.

—Me pasa que no suelo tolerar muy bien la estupidez humana y tú pareces decidida a batir el récord.

En el momento exacto en el que esas palabras abandonaron sus labios supe el motivo de su aparente rabia. Esta se debía a la otra petición que le había hecho a mi amiga: volver al laboratorio. Convencerla de que regresar a Mílo era la mejor opción para frenar el desarrollo del conflicto había sido más fácil de lo esperado. Diane siempre había sido una mujer muy coherente y aquella vez no iba a ser la excepción. La diosa se comprometió a tratar de convencer a sus hermanos de que mi decisión era la correcta y, al parecer, todos estaban dispuestos a acceder con una serie de condiciones que aún no me habían especificado. Según narró mi amiga, solo hubo una persona en mostrar reparos con el asunto.

É R I D E [PÓLEMOS #1] | TERMINADATahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon