17. Distante

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El parlante de mi celular estuvo a punto de estallar por la voz chillona de Sara

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El parlante de mi celular estuvo a punto de estallar por la voz chillona de Sara.

—Nombre —dijo con un tono autoritario—, lugar de nacimiento, antecedentes y todos los detalles de su cita.

—Sara, eso no fue una cita.

Apenas estaba recuperándome de la pesadez por las escasas horas de sueño y mis palabras sonaban lentas y empujadas. La única razón por la que no colgaba de plano la llamada era por el gran despliegue de tolerancia que Sara había demostrado ante mi actitud extraña y por años de amistad.

—No te creo —barbotó, insistente—. Me lo cuentas todo o voy a tu casa.

—Se llama Leo —repliqué al instante—. Y sospecho que tendríamos la posibilidad de vivir un sórdido romance.

Incluso decirlo en broma me daba estremecimientos involuntarios pero el truco con Sara era encandilarla con alguna novedad interesante, esas eran la fuente de su energía vital. Después de eso, ella misma se retroalimentaría en el propio cuento y, finalmente, estaría en paz.

Podría equivocarme, pero por la forma cómo hablaba, me dio la impresión de que Leo le pareció simpático. Una idea de la cual no sabía exactamente qué pensar pero a la que no le di muchas vueltas porque aún tenía fresco en mi mente el sueño que acababa de tener. Por poco no le presté atención a la retahíla de chillidos de emoción que Sara chirrió por la línea.

—Y, ¿qué puede hacer un conector? —le pregunté ese día a Leo. Para saber... por si acaso. —¿Puede enviarme pesadillas? ¿Meterse en mi cuerpo a lo posesión demoníaca?

—¿Se comunicó contigo? —inquirió él a su vez—. Un conector agresivo puede dañarte física y psíquicamente —respondió, luego de frotarse el rostro para apartar una evidente somnolencia—. Pero él todavía no puede hacer eso. Toma tiempo fortalecer el vínculo. Cortaremos esto antes de que pase a mayores.

—¿Puede meterse en mi cuerpo a lo posesión demoníaca? —insistí. Era, a mi parecer, una duda válida.

—No puede meterse en tu cuerpo a lo posesión demoníaca —dijo, monocorde.

Era un alivio saberlo. Tal vez podría aceptar el daño físico y psíquico, pero no la posesión. Y como siempre, sus respuestas claras y directas. Me pregunté qué quería hacer Leo con tanto conocimiento de la Noche Eterna, ¿llegar a presidente de Orbe? Era una posibilidad.

Sin embargo, habían otras dudas más importantes en mi cabeza.

—¿Qué significa foerim? —le pregunté con un tono casual—. Es sisem, ¿no?

Era nuestra primera sesión de clases de creación después de la misión, y parecía como si Leo estuviera retomando una lección que se había dejado el día anterior. Y salvo a su usual disposición de responder mis preguntas, no hizo ningún amago de interés ante la situación del conector. De hecho, parecía más interesado en teclear en su laptop.

Plenilunio (versión revisada)Where stories live. Discover now