27. Una orden cruel

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Era la primera vez que asistía al estadio de Orbe, de hecho, ignoraba que tuvieran uno

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Era la primera vez que asistía al estadio de Orbe, de hecho, ignoraba que tuvieran uno. Aquella instalación que era el triple de enorme que el auditorio, era un espacio cerrado y blanquecino. Daba la impresión de ser el interior de un cajón blanco gigantesco. Un campo rectangular vacío y delimitado. Era una construcción sostenida por fierros y columnas hechos de un material parecido al vidrio lívido, grueso y reluciente. En esa área no existían gradas, era un espacio solo para enfrentamientos entre creadores.

Por el rabillo del ojo, detecté sombras que se movían detrás de las láminas blancas y semitransparentes de la resplandeciente pared. Entendí que había centenares de ojos que observaban todo lo que sucedía, de incógnito. No sabía si me tranquilizaba saber que mis compañeros de división estaban entre esos espectros fantasmales.

Ovack y yo salimos al mismo tiempo. Debíamos ser como una mancha de tinta china negra distinguible en medio de un lienzo blanco. Desde las otras esquinas del estadio vimos aparecer también a los otros agentes. Todos de negro. Éramos los creadores de las trece divisiones convocadas, cada uno contaba con dos miembros. No fue difícil distinguir a Ditro, a pesar de estar ataviado con el uniforme de las misiones, era identificable por ser el más bajito. Él y su creador también captaron al instante nuestra presencia. Así que supuse que sería como había dicho Sétian: «prácticamente el lío iba a ser entre Ditro y nosotros».

Se escuchaban murmullos apaciguados desde lugares indefinidos. Nos detuvimos en seco en la marcha y nos miramos entre nosotros, como si fuera una cortesía distinguir con quien estás a punto de partirte la cara, aunque no se podía reconocer el rostro de nadie puesto que a todos nos cubrían cascos de protección.

Había algo diferente en aquel encuentro que en los deportivos. Era una sensación totalmente distinta. En los campeonatos existía siempre un ánimo competitivo y liberador, y eso era divertido en cierto punto, pero aquí, los agentes que tenía en frente de mí ostentaban una compostura pétrea y hosca, una intención hostil, algo muy lejano a la deportividad. Y como si mi cerebro empezara a canalizar recién lo que estaba sucediendo, comprendí la inminencia del asunto.

Esto no iba a ser divertido.

—Algo es distinto —dijo Ovack en un susurro tenue, como para que nadie más lo escuchara. Su voz sonaba anecdótica, así que le seguí el juego y mantuve mi expresión incólume.

—¿Qué es?

—Normalmente en estas convocatorias los encuentros son de una división contra otra. Pero nos han convocado a todos al mismo tiempo.

 Pero nos han convocado a todos al mismo tiempo

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Plenilunio (versión revisada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora