39. Mensaje susurrante

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Tal vez por haber pasado demasiado tiempo en Orbe no se me ocurría otra manera de conseguir mi objetivo que mediante una irrupción violenta, con enfrentamientos, peligro y algunas explosiones

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Tal vez por haber pasado demasiado tiempo en Orbe no se me ocurría otra manera de conseguir mi objetivo que mediante una irrupción violenta, con enfrentamientos, peligro y algunas explosiones. Pero Lax tenía otro enfoque, uno más sencillo.

Esperé escondida detrás de una de las esquinas del segundo piso, mientras observaba lo que sucedía en la sala principal. Ovack, Aluxi y Lax estaban recibiendo a unos miembros de la comitiva secreta de nuevo.

Esta vez se trataba de cinco de ellos, entre los que estaba Gleo Faztes, el maestro de Ovack. Desde mi perspectiva, Ovack lucía como siempre. Controlado y aséptico. Nadie podría adivinar nunca que hacía unos momentos había estado comiéndose a besos con alguien. Tampoco era que esas cosas se notaran...

Procuré concentrarme.

Se dijo algo que no pude llegar a escuchar, y aun si lo hubiese captado a la perfección, no lo hubiera podido entender. Lax los invitó a seguir aquel encuentro en uno de los recintos de su residencia y lo último que vi de esa congregación clandestina fue la figura blanca de Ovack desaparecer por uno de los umbrales, rodeado de su círculo de seguidores.

Hasta donde me había informado Lax. Ellos estaban reuniendo información por distintos medios sobre el próximo movimiento de Orbe. Anteriormente, había sido tarea de Aluxi y Ovack el proveer noticias de las maniobras internas de la empresa. Pero ahora que ya no podían hacerlo, debían buscar otras maneras más lentas y menos fiables. Por eso no dejaban de concertar estos encuentros. Cada día el grupo debía retroaliementarse y mantenerse informado y especular lo que harían en cada escenario.

Me quemaba la curiosidad por saber lo que se estaba hablando adentro de ese recinto y qué tentativa iban a tomar, dado que las cartas ya estaban sobre la mesa, pero Ovack no me consideraba parte de esos planes. De hecho, no hubiera sabido de esa junta de no ser porque Lax me lo había confiado.

Sin embargo, gracias a eso contábamos con un lapso de tiempo donde Ovack se iba a abocar únicamente a esa reunión. Lax lo había concertado así, pues era él el anfitrión de aquel encuentro furtivo. La hora jugaba en favor nuestro.

—Tenemos el tiempo justo —declaró Lax cuando me alcanzó en el vestíbulo, y se detuvo para lanzarme un vistazo general.

Estaba ataviada con unos atuendos más elegantes y, a todas vistas, menos infantiles. Un vestido largo y grisáceo con trocados violetas. Sus pliegues ondeaban de forma grácil cuando me giraba, como si se tratara de una tela acuosa. A decir verdad, era lo más hermoso que me hubiera puesto jamás. Era lo que él me había conseguido para pasar desapercibida. Una forma muy curiosa de pasar desapercibida. Y él también lucía un ropaje níveo distinto.

 Y él también lucía un ropaje níveo distinto

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Plenilunio (versión revisada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora