34. Misión especial

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De la populosa variedad de experiencias que viví en los siguientes meses, hubo tres emociones que resaltaron por su recurrencia

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De la populosa variedad de experiencias que viví en los siguientes meses, hubo tres emociones que resaltaron por su recurrencia. Frustración, contento y una incógnita creciente. Las tres conviviendo en aquel largo término.

La frustración vino definitivamente de la mano de la división de Ditro.

Recordé las habladurías que se divulgaban sobre Ovack cuando era una recién llegada a Orbe. Y pues, un día en la división de Ditro me hicieron reafirmar que tales chismes eran demasiado injustos. Había una diferencia en la manera cómo Ovack y Ditro dirigían a sus subordinados. Una diferencia abismal como la del cielo y el infierno. Me percaté de ello desde el primer momento en que llegué a la oficina de la división.

Los miembros de la R3M09 eran más numerosos. Eran alrededor de trece personas entre creadores, lectores y otro personal de apoyo. Pero el ambiente que se respiraba allí era el de una innegable competitividad, a pesar de que todos eran compañeros. No había amistades, sino una falsa cordialidad, pues al final de mes, como un buen dictador, Ditro elegía a algunos para que lo acompañaran en las misiones a la Noche Eterna. Y no tenía ningún inconveniente en dejar en claro que aquellos puestos debían ganarse. Así que todo el mundo se peleaba para ser solícitos con su líder de división. Si se presentaba la oportunidad, señalaban los errores de sus otros compañeros, para quedar mejor. Era una tónica hostil e incómoda, pero así era como funcionaba y nadie lo cuestionaba.

Conforme transcurrían las semanas, me quedó claro que allí no podría hacer ningún amigo. Ni siquiera con aquellos relegados y disconformes, pues ellos temían relacionarse conmigo y convertirse también en blancos de las represalias de Ditro. Y sobre eso, aquello fue inevitable.

Ditro conocía mis habilidades como creadora, sabía que había desempeñado un papel aceptable en las misiones que había llevado a cabo. Pero aun así se mantuvo firme en su decisión de mantenerme ni siquiera como reserva, sino como personal de limpieza, entre otros. No fue secreto para nadie que ese trato se debía a la repulsión que le inspiraba mi anterior líder de división. Una clarísima venganza indirecta.

De manera curiosa, prácticamente se olvidaba de mí en la oficina, ocupado en sus quehaceres normales. Solo me sometía a lo usual, mandándome que sirviera café, comprara hamburguesas o limpiara los desperdicios. Pero parecía recordarme cuando nuestros caminos se cruzaban en el complejo de la empresa con la división de Ovack. Entonces, de pronto se le iluminaba la mente con órdenes diversas que profería siempre en voz alta. Como que me encargue de cambiar los rollos de papel higiénico de los servicios de la oficina o vaya a trapear sus pisos con un desinfectante de olor a limón.

El sujeto era un desquiciado, el paradigma de abusón y líder negativo. Fue un gran suplicio para mí ver pasar mes tras mes los continuos concursos de misiones mientras mi deuda disminuía a la velocidad con la crece el pasto. Pero lo único que podía hacer era esperar que un buen día se aburriera y me diera una oportunidad. Solo necesitaba una para demostrar que podía serle útil. Así los dos ganábamos.

Plenilunio (versión revisada)Where stories live. Discover now