42. Sin importar el desenlace

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Me sentí desencajada al abrir los ojos y encontrarme nuevamente en la oscura alcoba de la habitación de huéspedes de la casa de Lax

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Me sentí desencajada al abrir los ojos y encontrarme nuevamente en la oscura alcoba de la habitación de huéspedes de la casa de Lax. Sentí que había recorrido un largo trayecto, a pesar de que no había dado ni un solo paso. Pero una vez despierta, ya no pude dormir, permanecí tendida sobre mi cama como una zombi atontada.

Dediqué varios minutos en reflexionar sobre lo que había sucedido ese día y lo que había soñado. El umbral dorado, el mensaje del Creador, la historia de Ovack... Aquel incidente debía de ser ese que se rumoraba en Orbe, que había sucedido hacía años, y lo que Lax me había dicho anteriormente, que no era la primera vez que la empresa perdía a un miembro importante.

¿Aquello tenía alguna relación con la encomienda del Creador? ¿De qué se suponía que dbeía salvarlo? Solo sabía que sentía necesario conocer más sobre este mundo, sobre Ovack. Aquel sueño me había aclarado más sobre su pasado, y sus temores. Y también subrayaba con más insistencia el tipo de compromiso que él profesaba hacia su deber.

Era como si nunca hubiera pensado en otra cosa más que en su misión como príncipe. Sin embargo, antes él aceptaba la ayuda de los demás con más facilidad... No era que ahora hiciera todo solo. De hecho, tenía toda una comunidad trabajando como una suerte de resistencia a Orbe. E incluso en Orbe, se valía de las aptitudes de Ulina y Sétian... incluso de las mías... Él parecía siempre preferir el trabajo en equipo. Pero había algo que había cambiado. Él ya no era ese Ovack que había visto en su adolescencia.

Según el reloj era medianoche. Me estaba proyectando a trasnocharme pensando en esto indefinidamente. Entonces pensé en Lax y en sus palabras de compañerismo. Él debía saber más del pasado de Ovack... Tal vez podía esclarecerme las cosas. Además, la verdad fuera dicha, él era la única persona en ese lugar con la que podía sincerarme.

Estaba claro que tenía que conversar con él. Con esa idea me dispuse a buscarlo, aunque no tenía ni la primera pista de en dónde podría encontrarse en toda la inmensidad de su mansión. No obstante, cuando abrí la puerta por poco pegué un grito al encontrarme con una silueta.

—¿Qué haces aquí?

Ovack pareció también sorprenderse al verme emerger de pronto. Me dio la impresión de que había estado rondando mi puerta desde hacía unos minutos.

—¿Adónde ibas a estas horas? —me preguntó él a su vez.

—No, yo te pregunté primero.

Él me observó por unos segundos, calmo e inaccesible.

—Pasaba por aquí.

Jamás había sido tan evidente que decía una mentira, de hecho, las veces en las que mentía lo hacía muy bien. Pero luego como si hubiese preferido no hacerlo, dijo:

—Vine a verte.

Fue difícil lidiar con la marea de emociones que suscitaron esas palabras y mantenerme con un semblante normal. No era solo el hecho de que la última vez que habíamos estado solos nos habíamos comido los labios como descocidos, sino también las palabras del Creador que me atenazaban como clavos en la cabeza. Fuera por una o por otra razón, no pude verlo a los ojos y la mirada se me cayó.

Plenilunio (versión revisada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora