En el que no puedo alejarme

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Adam


—Sam... todo en ti es maravilloso —susurré y coloqué mis manos en sus mejillas para obligarla a encararme. Sus ojos continuaron en llanto y sentí un nudo en la garganta—. Que tú no puedas verlo, no significa que no esté allí.

El llanto de ella se hizo cada vez más y más poderoso. La abracé y apoyó su frente en mi hombro mientras sollozaba, hipaba y jadeaba con cada lágrima que dejaba sus ojos.

Después de una hora subimos al auto y ella se quedó dormida. Supuse que había sido demasiado estrés, demasiados recuerdos y demasiado llanto. Su mente y su cuerpo no habían podido soportarlo. Aparqué frente a su casa, me bajé primero y fui corriendo hasta la puerta. Toqué  y fue el padre de Sam el que me abrió.

—¿Todo bien? —preguntó confundido al ver que su hija no estaba. Asentí.

—Un sujeto se apareció en la veterinaria.

El rostro del padre de Sam palideció. Supe que estaba seguro de quién había sido por la expresión que puso.

—¿Sam está bien? —cuestionó de inmediato y yo asentí.

—Está bien, pero tuvo un encuentro desagradable. La policía se lo llevó. Está dormida en el auto, puedo... ¿subirla a su habitación? —pregunté y su padre asintió de inmediato.

—Ella... te contó... es decir...

—Sí. Creí que tardaría un poco más en decírmelo... pero...

Los ojos del hombre frente a mí se entrecerraron y negó con la cabeza.

—Gracias —susurró y yo le sonreí.

—No tiene que decirlo —sostuve y me encogí de hombros.

Me volví para ir de regreso al auto y me sentí extraño al abrir la puerta y darme cuenta de que ella estaba allí... tranquila y confiada. Y yo... no me merecía esa confianza. 

La cargué y avancé con ella en brazos hasta la casa. Me introduje y su padre me guio a su recámara. Sonreí al ver las paredes negras; no me esperaba menos.

—Estaré afuera por si me necesitas —dijo su padre en lo que yo la depositaba en la cama con cuidado. Me senté al lado de sus piernas y observé al hombre que estaba por cerrar la puerta.

—¿Puedo quedarme? —pregunté rápidamente y él alzó ambas cejas sorprendido, pero de inmediato asintió.

—Seguro.

Lo miré desaparecer detrás de la puerta y de inmediato saqué el teléfono y llamé a mi padre. Le comuniqué que dormiría fuera y él dijo que estaba bien. Me pasé la mano por la mejilla y la observé con atención. Estaba pálida... no se veía bien. Estaba seguro de que era un error tomarme tantas libertades, pero no quería dejarla sola. Quería estar con ella y abrazarla si es que lo necesitaba.

Me puse de pie y caminé hacia los cajones del mueble de color verde oscuro. Buscaría una playera para cambiarla. Abrí el primer cajón y me sorprendí al ver que era el de ropa interior. Sonreí cuando me percaté de que, para ser alguien que no tenía pensado tener novio, tenía un excelente gusto en lencería. Cerré el cajón y abrí el de abajo, ahí estaban todas sus prendas de dormir. Saqué una blusa de color azul cielo que tenía unos unicornios roqueros y mi sonrisa se ensanchó. 

Un juego peligrosoWhere stories live. Discover now