En el que saco diez de diez

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Sam

—Debes ser Sam. Mi esposo me contó que habías venido ayer, pero no tuve tiempo de bajar a presentarme. Tuve mucho trabajo y hasta ahora acabo de terminar. Es un placer conocerte —dijo y avanzó hasta nosotras.

—Igualmente —dije a media voz porque no sabía cómo dirigirme a ella. La mujer se sentó del otro lado de su hija y le acarició la cabeza. Alicia me soltó y se giró hacia su madre.

—¿Qué pasa? —preguntó la mujer con una sonrisa comprensiva.

—Nancy... dijo que no sería más mi ami- amiga —susurró y se limpió la nariz con el antebrazo. La mujer asintió con el ceño fruncido.

—¿Hiciste algo para molestarla?

—No, mamá.

—¿Segura?

—Sí.

—Pues entonces dale su tiempo. Tal vez esté pasando por algo difícil o tuvo un mal día. Seguro mañana podrán reconciliarse en la escuela —dijo la mujer con facilidad y la pequeña negó con la cabeza.

—No lo entiendes... ella me dijo que no quería volver a hablar conmigo.

—Cariño, a veces, las personas dicen cosas que no sienten, movidas por otras razones; las cuales no conocemos. Recuerda que no todo es lo que parece.

Ante las sabias y tranquilas palabras de la mujer, yo me sentí un poco aliviada. La pequeña pareció sentirse mejor y entonces colocó su barbilla sobre la mesa y suspiró.

—¿Te gusta el helado de chocolate? —pregunté rápidamente y la pequeña me miró de soslayo y no contestó, solo asintió. La mujer me interrogó con la mirada y yo me levanté del asiento rápidamente—. Te haré algo que te levantará el ánimo, ¿de acuerdo?

En cuestión de media hora hice dos galletas suaves de masa de chocolate blanco, las esculpí, las metí al horno y estuvieron listas en veinticinco minutos. Las saqué y para ese momento, ambas me miraban asombradas por lo rápido que había trabajado. Metí al congelador las galletas suaves y las dejé ahí por diez minutos; en seguida las saqué y coloqué helado sobre cada una, luego las junté y las coloqué de la manera correcta para que se viera la forma claramente. Regresé a la mesa y coloqué el plato frente a ambas. Los ojos de la pequeña se abrieron emocionados al ver lo que había allí.

—Mamá... ¿esto es real?

—Lo es —susurró divertida la mujer y Alicia chilló.

—¡Es un sándwich helado del halcón milenario, mamá!

—¿Te gusta? —pregunté sin poder evitar sentirme satisfecha por la reacción de la pequeña. Pocas veces había cocinado para otras personas, pero el hecho de que reaccionaran de una forma tan emocionada, me hacía sentir útil.

—¿Que si me gusta? ¡Nunca he visto algo más original y hermoso, Sam! ¡Es mejor que cualquier regalo de cumpleaños!

La nena se apresuró a tomar la cuchara y la llevó directo al postre para poder comerlo, pero se detuvo a nada de llegar. Su madre la miró confundida.

—¿Qué pasa?

—Es demasiado hermoso... no puedo comerlo...

—No te preocupes, puedo volver a hacerlo después —dije para restarle importancia y sus ojos se iluminaron; sin embargo, antes de que pudiera encajar la cuchara, alguien se la arrebató.

—¿No se suponía que eras mi repostera personal? —preguntó Adam detrás de nosotras con la cuchara en la mano. Todas nos giramos y Alicia, con un gesto emocionado, señaló el halcón milenario.

—A que nunca habías visto algo tan bello, ¿eh?

—Es excelente —admitió él y yo me sonrojé—. Déjame darte el primer bocado, hermanita —susurró y se hincó a un lado de la pequeña que abrió la boca para poder recibir la galleta con helado, de la cuchara que Adam sostenía; sin embargo, cuando él llevaba la cuchara hacia su boca, de repente la desvió y la llevó a la suya.

—¡Ladrón! —exclamó la pequeña, enojada, y Adam se rio mientras masticaba. Luego la despeinó, tomó una porción de nuevo y la llevó a la boca de su hermana que de inmediato la recibió con una sonrisa. Ambos se miraron sorprendidos y alzaron las manos para chocarlas.

—Diez de diez —dijeron al mismo tiempo y luego comenzaron a reír.

Se veían tan felices al jugar y bromear entre ellos que sentí un nudo en la garganta. Los ojos se me llenaron de lágrimas y en ese instante me di cuenta de que si no salía de allí... me desmoronaría.

—Yo... —susurré con la voz entrecortada y de pronto todos volvieron a caer en cuenta de mi presencia. Miré hacia el suelo porque temí que vieran mis ojos y me incliné—. Debo irme... me esperan en casa y voy tarde.

Sin siquiera volverme para verlos, salí con todo y el delantal puesto. Creí que me quedaba sin aire y me sentí totalmente sofocada. Abrí la puerta de la casa y salí de allí corriendo. Estaba por llegar a mi auto cuando alguien sujetó mi mano.

—Sam —dijo la voz de Adam detrás de mí y yo no tuve el valor para girarme.

—Lo siento... no me siento muy bien y quiero irme. Prometo recoger todo mañana —susurré y me sentí terrible cuando las lágrimas comenzaron a bajar por mis ojos. Adam apretó mi mano con fuerza.

—Mírame.

—Dije que quiero irme —y alcé más mi tono de voz.

—Bien —susurró él y me soltó.

Avancé rápidamente, rodeé mi auto, abrí la puerta y me fui sin siquiera darle una última mirada. 





N/A: Bueno eso es todo por hoy, espero les hayan gustado los capítulos y sé que tienen muchas dudas, pero se irán aclarando poco a poco. Besos. 

Un juego peligrosoWhere stories live. Discover now