En el que me convierto en un genio que concede deseos

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Sam


Sin saber por qué, le sonreí también. Adam parpadeó sorprendido al ver mi sonrisa, pero no dijo nada. Tomó sus cosas y corrió hacia el otro lado de la zona. Cuando me quedé sola, me introduje en la cancha, sujeté la raqueta que él había utilizado y comencé a intentar golpear las pelotas en el aire. Era terrible. Si él era como un cisne en la cancha, yo era como un elefante con patines, problemas severos de vista y vértigo. No terminaba de comprender cómo se me podían dar tan mal los deportes. Estuve en ello algunos minutos más hasta que él regresó con el cabello mojado, una toalla alrededor del cuello y ropa deportiva.

—Sí que eres mala.

—Te lo dije —comenté con desgano y él rio con suavidad.

—Pero podrías ser peor. Puede arreglarse con algunos entrenamientos.

—Nunca me ha interesado formar parte de un club deportivo... y el tenis no es la excepción.

—Que mal... si accedieras, pasaríamos aún más tiempo juntos.

Me sonrojé como estúpida otra vez y tuve que pellizcarme el dorso de la mano para poder recomponerme rápido antes de que él lo notara. Carraspeé y me encogí de hombros.

—¿Nos vamos?

—Seguro —dijo y sacó sus llaves de inmediato para alargármelas. Recordé que aún tenía dos días más para manejar el auto de mis sueños y asentí emocionada. Tomé las llaves y ambos nos dirigimos hacia afuera del campus. Al subirnos al auto, me pidió abrir las ventanas y yo lo hice—. ¿A dónde quieres ir? —preguntó con interés genuino—. Hoy me toca pedir mi deseo así que te toca decidir a dónde iremos.

—¿Así funciona?

—Sí. Venía en las letras pequeñas —dijo con un gesto serio, pero yo supe que por dentro reía. No me quejé para no darle gusto.

Malditas letras pequeñas.

—No lo sé. Tal vez si las hubiera leído, podría haber pensado en un lugar desde antes, pero como no lo hice, no tengo idea. Así que solo manejaré.

—¿Por dos horas?

—Seguro, ¿por qué no? Es tu gasolina la que se gastará al final de cuentas. Además... contando el tiempo del almuerzo y el que pasamos en la cancha, nos queda solo una hora con cuarenta minutos.

Obviamente no le agradó la idea, pero al final asintió. Eso me hizo sonreír. Adam puso música en volumen bajo y ambos nos enfrascamos en nuestros pensamientos por varios minutos hasta que al final, él rompió el silencio.

—Quiero mis cinco minutos ahora —dijo y yo sentí que mis manos al volante, sudaban un poco por el nerviosismo.

—De acuerdo, pero me parece que será mejor estacionarme.

—¿Por qué?

—Porque estoy nerviosa.

—¿Te pongo nerviosa? —se burló él y yo lo taladré con la mirada.

—No. El juego me pone nerviosa. 







N/A: Buenas noches a todooossss... volví a estar con mucho trabajo en la semana, así que tampoco pude subir el cap del miércoles, pero dejé un poco más hoy. Besos!

Un juego peligrosoKde žijí příběhy. Začni objevovat