En el que hablamos de él

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—Tienes razón, Candace —dije rápidamente—. Sí; te odié —acepté y ella me miró a los ojos—. También te culpé, pero casi de inmediato me di cuenta de que había sido yo. Y me recluí; no porque no te quisiera, sino porque creí que no merecía ser feliz y yo... siempre... fui la persona más feliz a tu lado —susurré.

Mi prima se llevó una mano al rostro y sollozó en cuanto mis labios dejaron salir esas palabras.

—Me castigué a mí misma todos estos años. Fui yo la que te alejé y lo lamento. Lamento haberte hecho daño, lamento haberte hecho sentir culpable y también lamento no haberme esforzado lo suficiente para recuperarte. No tenía el valor... porque no sabía cuánto tiempo más aguantaría viviendo de esta forma y si recuperábamos la amistad que teníamos antes... iba a dolerte más, perderme. Fui... egoísta y creí que pensaba en ti, pero solo pensé en mí.

—Sam... —susurró ella con sus ojos en los míos.

—No eres solo mi prima y mi mejor amiga, Candace. Eres... mi hermana —dije con un nudo en la garganta—. Sé que perdí a una, pero no voy a ser tan estúpida como para perderte a ti también. Siempre... estuviste ahí para mí, escuchándome por las noches, molestándome durante el día y asegurándote de que no me olvidara de tu presencia. Siempre me alentaste a hacer las cosas, me apoyaste y pensaste en mí y yo... no me di cuenta de eso. ¿Podrías considerar, darme otra oportunidad? Si lo haces, te prometo que no te vas a arrepentir —dije y me limpié las lágrimas de las mejillas.

Candace sonrió entre el llanto y asintió. Elevó los brazos al aire y yo me coloqué entre ellos y me abracé a su cuerpo.

—Te quiero con todo mi corazón —susurré y ella me besó en la coronilla.

—Yo te quiero más.

Al separarme, ambas nos sonreímos y pegué mi frente con la de ella. Tía Nora regresó al poco tiempo y las tres nos sentamos a platicar, después mi tía se fue a caminar un rato y volvimos a quedarnos solas.

Me senté en una silla cercana a la camilla y Candace hizo un gesto de molestia por la intravenosa.

—Cielos, odio los hospitales.

—No conozco a nadie que le gusten —dije con obviedad.

—A los doctores.

—Buen punto.

Mi prima sonrió y apoyó la cabeza en la almohada. Su sonrisa, de repente, despareció poco a poco.

—No te pongas triste, dijeron que solo debías estar dos horas más y podrás ir a casa.

—No... no es por eso —dijo mi prima y alzó un hombro.

—¿De qué se trata entonces?

Me miró fijamente, respiró profundo y negó con la cabeza.

—Quise esperar a ver si decías algo, pero... como no tienes las agallas de tomar el tema, lo tomaré yo. ¿Y Adam?

Parpadeé sorprendida por la pregunta y me aclaré la garganta antes de contestar:

—¿Qué con él?

—¿Estás enojada con él por lo que hizo?

Respiré profundo y solté el aire con un suspiro.

—No estoy enojada. Entiendo por qué lo hizo. Estamos... bien —dije como para evitar el tema. Candance alzó una ceja en gesto de confusión.

—¿Bien? ¿Qué putas significa eso? ¿Son amigos? 

Un juego peligrosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora