En el que el pasado nos persigue

606 48 8
                                    

Adam


El cuerpo entero se me congeló cuando la escuché decirlo. Aceptar algo de esa magnitud era  impensable... y el hecho de que me lo dijera, lo era aún más. No creía que se lo hubiese confesado a nadie antes. Tenía las mejillas enrojecidas y los ojos también; las lágrimas volvían a salir como si tuviese una fuente por dentro. Respiré profundamente y me incliné sobre ella.

—Sam, escúchame —le dije y sujeté su rostro con mis manos para alzarlo hacia mí—. Eso no es verdad.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó con la voz entrecortada y yo negué con la cabeza.

—Porque te conozco. Estás adjudicándote algo que no hiciste. ¿Qué fue lo que sucedió? —le urgí que me dijera. Ella intentó desviar la mirada—. ¡Dímelo!

Sam tembló entre mis manos y yo apreté los labios.

—Fue mi culpa. La dejé del otro lado de la acera —susurró ella y me di cuenta de que estaba perdida en sus recuerdos. Le temblaban los labios y gemía cada vez que intentaba hablar. Me obligué a permanecer tranquilo—. Estábamos... Candace y yo... íbamos a salir juntas esa tarde, sin decirle a nuestros padres. Jenny salió detrás de nosotras... le dije que regresara, que fuera de nuevo a la casa; Candace me apresuró y me haló del brazo para alejarme porque unos chicos ya nos esperaban.

Se detuvo y en ese momento su rostro se llenó de tristeza, de nostalgia, de culpabilidad, de enojo... pude ver tantas emociones que me sentí sobrecogido y no supe qué hacer. Me dije que debía esperar.

—La puerta estaba abierta y ella hizo amago de volver a casa... me descuidé... me giré cuando Candace me llevó con ella. Fue solo un segundo... Adam... fue solo un segundo... —sollozó y pude escuchar el latir de su corazón. Noté que las piernas le fallaron y que se iba a dejar caer en el suelo, por lo que la sostuve por la cintura y la acerqué a mí para abrazarla con fuerza—. Ella me llamó y debí volverme, debí regresar... debí hacerlo, Adam.

Acaricié su cabello y la retuve contra mi cuerpo mientras sentía que mis emociones tomaban control de mí.

—El auto no se detuvo a tiempo y yo solo escuché el rechinido de las llantas en el asfalto —siguió ella y se detuvo para gemir contra mi cuello—. Corrí hacia la calle y me di cuenta de que el sujeto que manejaba estaba ebrio. La vi a ella... estaba tirada al otro lado de la calle, llena de sangre... Adam no... quise... no pude... no... el hombre estaba sorprendido e intentó regresar al auto, corrí y lo sujeté, lo arañé e intenté golpearlo... grité y lloré; el tipo me sujetó del brazo, me tiró al suelo y comenzó a patearme. Candace corrió a mi casa y avisó a mis padres que de inmediato llamaron a una ambulancia y mi padre intentó detener al sujeto que subió al auto y huyó. 

Un juego peligrosoWhere stories live. Discover now