En el que recuerdo que tengo una explicación pendiente

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La joven morena me observó con una sonrisa cómplice. De nuevo estaba borracha y de nuevo había entrado a la habitación equivocada. Negué con la cabeza y ella se llevó un dedo a los labios para intentar acallar su risa y para obligarme a permanecer en silencio, como si yo fuese una niña de cinco.

Me puse de pie, de malas obviamente, la sujeté del brazo y la ayudé a equilibrarse.

—¿Puedo dormir aquí, hermosa? —me preguntó con una sonrisilla emocionada.

—No es como si pudiese negarme —susurré de malas y la recosté en la cama. Candace se sentó y apoyó la espalda en la cabecera mientras negaba con la cabeza y se alborotaba el cabello.

—Claro que sí puedes, pero que lo hagas no quiere decir que yo te escucharé —susurró emocionada. Observé mi reloj de muñeca, eran casi las tres de la mañana—. Eres mi prima, no mi jefa —anunció con una mueca.

Ah... eso fue lo que pedí que me recordaran que debía explicar. Vale, denme dos segundos para comentarles la situación.

Candace y yo somos primas. Fuimos mejores amigas durante la mayor parte de nuestra vida hasta que dejamos de serlo. Y la que había sido una perra, sorpresivamente no había sido ella... sino yo. No entraré en detalles porque en nada serán las tres de la mañana, pero prácticamente yo había dejado de hablarle durante un año en el instituto, después de una situación traumática que había vivido. Candace se lo había tomado muy mal y había intentado ayudarme a superar mis traumas y demás, pero nunca se lo permití. Al final se rindió y comenzó a llevarse con otras chicas populares y con menos de un dedo de frente —o eso me parecía a mí porque, en general, tenía muy mala impresión de las chicas—, pero ella era feliz siendo el centro de atención. Yo había intentado recuperar su amistad después de eso, pero mi prima se había negado y se había esforzado por hacerme las cosas difíciles... en eso sí había sido una perra; pero yo sabía que me amaba tanto como yo la amaba a ella. Qué puedo decir. Ella estaba demasiado dolida para aceptarme de nuevo y yo era demasiado orgullosa como para olvidar mi dolor y seguir adelante.

Con su hermosa mirada azul me observó desde la cama y sonrió con suavidad.

—Te he extrañado —susurró y pude notar que sus ojos se llenaron de lágrimas. Se me rompió el corazón.

—Candace, yo...

—Eso no quiere decir que te he perdonado —alegó rápidamente y se llevó ambas manos a los ojos para evitar que las lágrimas salieran—. No vine porque esté borracha; vine a decirte que lamento lo que sucedió. 

Un juego peligrosoWhere stories live. Discover now