Capítulo 06

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Me removí, incómodo. Parpadeé varias veces tratando de acostumbrarme a la luz que se infiltraba por la ventana. Cuando por fin lo logré, mis ojos barrieron toda la habitación en la que me encontraba y...

Estaba en su cama.

No había sido un sueño.

Me levanté, yendo con pazos perezosos hacia la sala, ya que la cama se encontraba sola, supuse que él estaría allí, y efectivamente, estaba tumbado en el sofá mirando con el ceño fruncido su teléfono, mientras se rascaba descuidadamente la barbilla.

—Buenos días— saludé sentándome en uno de los sofás frente a él. Dylan dejó de hacer lo que estaba haciendo para mirarme.

—Deberías irte ya— murmuró levantándose y encaminándose a la cocina. Fruncí el ceño sin saber que decir.

—¿Qué te sucede?— pregunté, siguiéndole.

Se encogió de hombros.

—Nada.

—Dylan.

—Ya— gruñó dándose la vuelta para encararme.— Tengo cosas importantes que hacer. No hay nada de malo con querer que te vayas de mi maldita casa para hacer mis mierdas.

—Pero ¿A ti que cojones te pasa?— espeté tratando de disimular lo afectado que estaba por sus palabras. —¿Pretendes ser un idiota después de lo que pasó anoche? ¿En serio?

—Anoche no pasó nada. No le des tantas vueltas al tema, Jackson.

—¿Qué...?

—¿¡Es que no puedes hacerme caso!? ¡lárgate! —alzó la voz, señalando la salida. Apreté los labios, molesto.

—Vete a la mierda.— siseé, me di la vuelta dispuesto a salir del apartamento.

Soltó una maldición entre dientes.

—Lucas, espera, yo...

—No— le corté—. Esto no es un "cuando yo quiera", Dylan, o te portas como un verdadero hombre, o te vas a la mierda. No seré tu perro fiel que te perdona todo.

Abrió la boca, pero la volvió a cerrar, no sabía que decir,  y la verdad era que yo ya no podía seguir en ese lugar, con él.

Se podía ir muy al carajo.

* * *

—Lucas, hijo, ¿dónde estuviste anoche?— preguntó mi madre, cuando entré por la puerta principal. Me encogí de hombros restándole importancia.

—En casa de un amigo, mamá.

Margo —mi madre— me miró por unos largos segundos, decidiendo en si creerme o no, sinceramente me daba igual. Mamá era una hermosa mujer, que apesar de su edad, parecía mucho más joven. Su cabello negro caía elegantemente sobre sus hombros, con pequeñas y suaves ondas. Siempre vestía con elegancia. Era una mujer que le importaban demasiado las apariencias. Sus ojos eran de un azul pálido, que muy bien podría notarse a kilómetros. Sin duda, Nell había heredado su belleza.

—Está bien. Deberías darte un baño y llamar a tu novia.— sonrió colocando una de sus suaves manos en mi mejilla.

—¿Llamarla? ¿Por qué?— mi pregunta hizo que rodara los ojos. Fruncí el ceño, confundido.

—Lo olvidaste— bufó— Hoy es el cumpleaños de tu novia, mi amor.

Oh, maldición.

Una D para Lucas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora