Capítulo 18

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Cerré los ojos mientras respiraba profundamente y una ligera sonrisa se dibujó en mis labios. Las olas del mar se hacían escuchar como rugidos feroces de un León. El clima era perfecto, todo parecía tan bien, tan correcto. 

Y es que después de unos meses de tortura, estando con alguien que no amaba, y anhelando a alguien que no podía tener, era como si todo esto, todo lo bien que iba mi vida, solo era una ilusión, un sueño. 

—Me gusta esto— comenté, mirando el mar distraídamente.

—A mí también. Podría acostumbrarme con facilidad— respondió Dylan, enredando sus brazos alrededor de mis hombros.

Mi espalda estaba recostada en su pecho, ambos sentados en la arena de la playa, disfrutando el uno del otro.

Si me lo preguntaban; no, jamás me vi de esa manera con él, el chico de ojos grises. Jamás me imaginé amando a alguien, porque desde pequeño, papá me enseñó que no se podía dejar llevar por los sentimientos, que antes de todo, la familia era lo primero. Tenía que pensar antes en lo que era bueno para ellos, para el legado familiar. 

Porque para un Jackson, la ambición y el poder era su fuerte.

Pero, entonces, todo cambió con su llegada, todo lo que mi padre decía que era lo correcto se volvió polvo, siendo arrastrado por el viento, evaporándose. Y estaba aterrado, estaba seguro que mi padre no me pondría las cosas fáciles, estaba dejando todo, incluso mi cobardía por Dylan, estaba haciendo un intento para tener una vida feliz a su lado, sin importarme nada. Todo lo que hacía era por y para él.

—La graduación está a la vuelta de la esquina— habló, mientras su nariz acariciaba mi oreja.

—Quiero que vengas— pedí, con entusiasmo.

—¿Por qué?

—No lo sé. Solo era un pensamiento fugaz. —dije, a la defensiva— No es como si muera por verte el día de mi graduación. Da igual. 

—Mhum...

—¿Mhum?

—Iré de todas formas.

—¿Eh?

Soltó una risa nasal.

—Todos mis amigos van a graduarse, sería un acto demasiado cruel si no me presento ese día tan importante para ellos.

Giré mi rostro hasta que nuestras narices se rozaron. Mis ojos estuvieron fijos en los suyos mientras me acercaba lentamente a su rostro. Quería besarlo, quería sentirlo y necesitaba que él supiera lo mucho que me importaba.

—Bésame— pedí.

Sonrió con coquetería antes de acercarse más. Cerré los ojos sintiendo las suaves caricias que dejaban sus manos por mi cuerpo, seguido de los roces de sus labios sobre la comisura de los míos. 

—Pero no quiero— murmuró, alejándose.

Abrí mis ojos con desconcierto.

—¿Qué...?

—No quiero besarte— se encogió de hombros, aún con esa sonrisa llena de picardía.

Rodé los ojos y regresé a mi postura anterior; mi vista fija en el mar y mi espalda pegada a su pecho. 

—Ya pasaron tres días, Lucas— volvió a hablar y sentí como mis intestinos se revolvían del malestar provocado por el desagrado. 

—¿Y qué?

Soltó una risa carente de humor.

—No solo porque trates de huir de tus problemas significa que van a desaparecer. Tu familia debe estar buscándote, deben estar muy preocupados.

Una D para Lucas Where stories live. Discover now