Capítulo 10

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Movía mi pierna debajo de la mesa en un acto ansioso, mientras mordía el borrador del lápiz y fingía prestarle atención al maestro de matemáticas.

—Si sigues así, vas a terminar comiéndote el lápiz— reprendió Eloy a mi lado. Rodé los ojos.

¿Cuál era la razón de sentirme ansioso? Simple: después de una semana sin saber absolutamente nada de Dylan, hoy habíamos quedado todos en ir a tomar un café para ponernos al día sobre los acontecimientos de nuestras vidas.

Y era raro.

La verdad era que había olvidado la última vez que nos habíamos reunido como la mejor pandilla que éramos.

Los chicos en su tiempo libre, se dedicaban a participar en carreras de motocicletas, unas ilegales y clandestinas carreras... ¿Por qué lo hacían? Al principio pensé que era sólo por diversión, pero luego entendí que ganaban una buena cantidad de dinero por ellas, uno que al final siempre lo repartían entre todos. Tenía entendido que Jeremy y su pandilla eran la más respetada de la ciudad, y no mentían, yo mismos los veía correr y apesar de presenciar muchas de ellas, nunca dejaban de impresionarme.

Tristán Abbott era el mejor rebasando, lo hacía con tanta facilidad y confianza, que era impresionante.

Eloy Astor era bueno en las curvas, la manera de cómo inclinaba su motocicleta, sin temor, era hipnotizante.

Jeremy Dawson era el más rápido de todos, era difícil que alguien lograra alcanzarlo, me había percatado que disfrutaba de la adrenalina, el saber que tenía el control siempre. Nadie podía ganarle.

Eddie Grimaldi era rápida y... tramposa. Siempre me divertía verla correr, era muy buena, pero sabía que le divertía siempre empujar "accidentalmente" a sus contrincantes. Era la diosa del caos, sin duda alguna.

Y luego estaba Dylan Brawn, siempre me idiotizaba verlo correr, la seguridad con la que se montaba en la motocicleta, siempre llevaba esa sonrisa egocéntrica, sabiendo que era muy bueno en lo que hacía. Era el mejor en hacer trucos con esa bestia domada por él. Recuerdo la primera vez que lo vi pararse en la motocicleta mientras conducía, casi morí de un infarto. Verlo hacer aquello... era incluso, mágico.

Luego estábamos, Lily, Judith y yo, que sólo nos dedicábamos a observarlo correr.

A veces corría con ellos, pero no era tan bueno, tenía cierta dificultad con las curvas, y desde luego que no era capaz de hacer aquellos espectáculos que Dylan hacía con su enorme bestia.

Un golpe en mi cabeza me hizo salir de mi ensimismamiento. Giré mi rostro para encontrarme con la sonrisa maliciosa de Eddie. Abrí mis ojos, sorprendido, cuando me percaté que en el salón de clases no había nadie, excepto el maestro Fox, que revisaba algo, en una esquina del salón.

—¿Nos vamos?— preguntó, con una sonrisa llena de burla.

—Yo... no, bueno... sí, nos vamos— solté un suspiro mientras me levantaba de la silla. Sentí mis mejillas sonrojarse por ser tan distraído.

Estábamos por salir cuando el grito del señor Fox nos detuvo de golpe. Ambos nos giramos encontrándonos con el maestro de matemáticas acariciándose el trasero y con una mueca de dolor.

—¡Dígale a ese... al joven Astor que mañana lo quiero aquí a primera hora!— gruñó sin mirarnos.

Eddie y yo sentimos al unísono.

***

—El señor necesitado-de-un-orgasmo dijo que si no te presentabas mañana mismo en su oficina, hará que te tragues las púas que pusiste en su silla después de pasarlas por su trasero— Dijo Eddie con una sonrisa inocente mientras se sentaba al frente de Eloy.

Una D para Lucas Where stories live. Discover now