Capítulo 12

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—¿Me dejarás pasar? —preguntó regalándome una pequeña sonrisa que me vi con la obligación de corresponder.

—¿Qué haces aquí?— pregunté haciéndome a un lado para dejarla pasar.  

No respondió, en su lugar, caminó en mi dirección envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura. Parpadeé, confundido, antes de devolverle el abrazo con movimientos torpes.

—Tuve que buscarte— respondió, alejándose un poco de mi pecho para mirarme.

—Creo que te debo una disculpa— dije, alejándome de ella con suavidad.

—Una muy grande— sonrió con tristeza.

Ambos guardamos silencio por unos largos segundos. Había pasado una semana desde la última vez que había hablado con ella, justo el día de la fiesta de su cumpleaños, la misma noche dónde Dylan y yo… follamos.

—Deberías irte— opiné, bajando la mirada.

—Estoy cansada, Lucas. Lo único que quiero es ver y hablar con mi novio, pasar la tarde con él, besarlo y que me bese, decirle te amo y que él sea capaz de decirme un “yo también te amo”. Pero en su lugar, encuentro a alguien que me deja claro lo mucho que me detesta con una simple mirada.

Sonreí con incredulidad.

—¿Te estás escuchando? Eso nunca va a pasar, tú y yo jamás seremos como esas parejas amorosas que estás acostumbrada a ver en las películas, Gina. ¿Sabes por qué? ¡porque no te amo! ¡No voy a pretender ser ese novio que quieres porque estoy contigo por obligación! — hice una pequeña pausa—  ¿No entiendes que me estás jodiendo la vida? No puedo amarte, no quiero.

—Si me dejaras yo podría…

—¡Amo a alguien más!

—¿Qué?

—Lo que acabas de escuchar; estoy locamente enamorado de alguien más. A ti te quise muchísimo, Gina, pero lo jodiste todo aquel día en el que te encontré follándote a otro, lo jodiste. Lo jodimos.

Porque sí, había querido muchísimo a Gina, incluso llegué a pensar que sería la madre de mis hijos, que yo de verdad podía enamorarme de ella, pero entonces, rompió mi corazón aquel día. Luego de eso, llegó Dylan a mi vida, recuerdo perfectamente la primera vez que lo vi, montado en su motocicleta, listo para correr, su sonrisa se quedó grabada en mi cabeza y su voz tatuada de una manera muy dolorosa en mis oídos. No pude controlar mis sentimientos, y cuando menos lo esperé, yo ya estaba contando los minutos para verlo, para escuchar sus bromas u oírlo hablar acerca de sus diseños para tatuajes que tanto le apasionaban.

Yo… me estaba enamorando de Dylan Brawn.

—No puedes hablar enserio… ¿Qué hay de todo lo que hemos vivido juntos? 

Apreté mis labios.

—Eso se puede ir a la mismísima mierda— gruñí, dándole la espalda y empezar a subir las escaleras.

Ni siquiera me sorprendí escuchar sus pasos, siguiéndome. Cuando entré a mi habitación, me dejé caer en la orilla de mi cama, mientras escondía el rostro entre mis manos.

—Sabes que no puedes huir de esto. Nuestras vidas están destinadas a entrelazarse. —susurró, inclinándose para poder tomar mis manos entre las suyas.

—Te estoy odiando tanto ahora mismo. —confesé, con voz rota.

—Ódiame todo lo que quieras, sabes muy bien, en el fondo, que me amas al igual que yo te amo a ti.

Solté una risa amarga.

—Eres lo peor que me pasó en la vida, joder, me arrepiento tanto de haberte conocido. Te odio, pero me odio más a mí mismo por ser tan cobarde— sentí una gota tibia deslizarse por mi mejilla.

Una D para Lucas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora