Capítulo 11

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Los pedidos llegaron unos minutos después, todos empezaron a comer como si no lo hubiesen hecho en años, y yo los hubiera imitado de no ser por la mano en mi entrepierna casi masturbándome.

Mordí el interior de mi mejilla cuando mis ojos se encontraron con los de Dylan. Siempre fui un chico que disfrutaba de su sexualidad, recuerdo cuando perdí mi virginidad a los quince años con una de las amigas de Nell, y exactamente un mes después, me enrollé con un chico en alguna fiesta, ambos estábamos bebidos, pero a pesar de todo, lo disfrutamos, claro que al siguiente día se negó a creer que lo había hecho con un chico, conmigo. La verdad es que no me sorprendí amanecer en una cama desconocida con el cuerpo desnudo de un  chico encima de mí.

Tan solo unos días pasaron cuando tuve a Noah a mis pies, implorando ser tocado con mis manos y follado con mi pene. Lo nuestro duró casi seis meses debido a que se mudó del país con su familia.

La triste historia de cómo perdí a mi sumiso favorito.

Siempre tan complaciente, y yo tan necesitado de complacer…

Fui el primero en apartar la mirada, sintiéndome culpable sin saber el porqué.

—Mi sueño frustrado es salir a la calle desnudo con tan solo un calcetín cubriendo mi amiguito— soltó Eloy de pronto.

Toda la mesa se sumió en un silencio sepulcral que solo fue interrumpido por el ruido de alguien bebiendo algún líquido a través de un popote… y ese alguien fui yo, bebiéndome el jugo de Eddie.

—¡Aléjate de mi bebida, lagartija!— chilló la susodicha.

—Cómo me vuelvas a decir lagartija, contrato a tres strippers para que le bailen a Jay— amenacé.

—Eh… a mí no me metan en sus porquerías— gruñó el mencionado.

—Cara de estiércol— susurró Eddie cerca de mi oído.

—Cara de maní— le regresé el insulto.

Ya, no era el insulto más elaborado pero ella odiaba el maní, lo detestaba.

Sentí cómo la mano de Dylan abandonó mi entrepierna, seguido de su cuerpo levantándose de la silla. Levanté la mirada con una ceja enarcada, me guiñó un ojo, junto con la sombra de una sonrisa.

—Iré al baño, vuelvo en unos segundos— el aviso iba para todos en la mesa, pero no tardé ni dos segundos en descubrir que iba para mí en realidad.

Uno.

Dos.

Tres.

Cuatro…

Conté los segundos, y cuando llegué a veinte, me puse de pie, dispuesto a ir al baño. Al contrario de Dylan, yo no le avisé a nadie. Mis pasos fueron lentos pero seguros, sostuve la respiración cuando mi mano abrió lentamente la puerta del baño de hombres. 

—Te habías tardado— se quejó cuando apenas puse un pie dentro de la habitación.

Un jadeo salió de mi garganta ante la gloriosa imagen que tenía frente a mis ojos; Dylan estaba sentado en la barra de los lavabos, su pantalón estaba desabrochado y su cabello desordenado, pero eso no fue lo que me sorprendió, sino su mano acariciando el falo de su pene, desde mi ángulo tenía una vista perfecta de él.

Se estaba masturbando.

Oh jodidos Dioses del pecado…

—¿Qué haces?— pregunté en voz baja.

— Lucas, mi hermoso rubio… — sus movimientos se aceleraron— resulta que ya me cansé de jugar al niñito bueno que no sabe cómo reaccionar ante las caricias de un chico.

Una D para Lucas Where stories live. Discover now