¿acaso no...?

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Salí de la cafetería como todos los días de vuelta a casa, hoy me han pagado mucho más porque fui la empleada de la semana, así que ese dinero irá directo a mis ahorros.

Cuando llegué a casa me dirigí a darme un baño, Michael estaba abajo, almorzando, como siempre no hablamos ni una sola palabra, esto incluso se me hacía de locos porque vivimos aquí como si el otro no existiera, como si viviéramos solos.

Al salir de la ducha, tomé mi toalla a un lado de la regadera y estaba por ponérmela, pero me quedé observando mi cuerpo desnudo en el espejo.

Estoy comenzando a subir de peso, el bebé está comenzando a querer verse, y me preocupaba, no mucho ya que es apenas notable mi estómago pero el solo hecho de que ya empiece a crecer me da miedo, es como un ovni en mi panza.

Terminé de salir del baño luego de cubrirme con la toalla pero en cuanto puse un pie afuera choqué con Michael, no esperaba topármelo ahí, el piso estaba resbaloso y yo venía distraída sin zapatos, tanto así que me tropecé y caí al suelo de espaldas golpeándome un poco.

—¡Amelia!— y de nuevo esa voz que no he escuchado en un mes me habla, o más bien me grita alarmado y rápidamente me ayuda a levantarme del piso.

Me sentí mareada por el impacto, sus brazos me llevaron con cuidado hasta la cama y me sentó ahí, intenté taparme mejor con la toalla y toqué mi cabeza que dolía mucho más que mi espalda.

—Lo siento, lo siento tanto, ¿estás bien?— Michael se pone de rodillas para estar a mi altura y poder hablar conmigo— No sabía que estabas en el baño, pensé que estabas fuera de casa— toma mis manos y las aprieta.

Claro, como ibas a darte cuenta que estaba en el baño si apenas y sabemos de la existencia del otro.

—Estoy bien— digo recuperando la estabilidad— Pero deberías fijarte un poco, pude haberme lastimado y el beb...

Inmediatamente me callé al darme cuenta de lo que estaba por salir de mi boca.

—¿Bebé?, ¿ibas a decir bebé?— él inmediatamente me pregunta— ¿Aún estás embarazada?— su sorpresa parece más bien alivio.

—Uhm, si, aún estoy embarazada— fruncí un poco el ceño.

Michael no pudo reprimir una sonrisa en su rostro, alejé mis manos de las suyas.

—Dios, yo pensé que tu ya habías... ya sabes.

Negué— Abortar es caro, necesito dinero y apenas estoy por juntarlo, no te preocupes— le respondí de manera sarcástica.

—¿Quién va a darte el dinero?— ahora cuestiona alterado.

—Nadie, yo sola lo estoy ganando— me paré de la cama y fui al armario para buscar ropa y cambiarme— Hace un mes estoy trabajando, en pocos días tendré el dinero suficiente para...

—¿Tanta es la necesidad de que abortes que hasta te conseguiste un trabajo?— su voz es fría.

Volteé a verlo— A ti que te importa, tu y yo ya no somos nada, lo dejaste claro y yo te entregué mis anillos, déjame en paz.

Continué buscando mi ropa.

—Amelia...

—Créeme que no hay nada que puedas decirme después de un mes sin hablarme— reí con ironía y mucho rencor en mi pecho— Pero si tanto insistes.

Volví a darme la vuelta y me quité la toalla arrojándola al piso, todo mi cuerpo estaba desnudó a la completa vista de él.

—Wow— Michael se queda perplejo.

𝐄𝐋 𝐂𝐀𝐌𝐏𝐎 𝐃𝐄𝐋 𝐑𝐄𝐘 | Michael Jackson Où les histoires vivent. Découvrez maintenant